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ANALISTAS

El valor de la verdad

miércoles, 11 de enero de 2017
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Ya son veinticinco años desde la publicación de mi primer artículo en esta tribuna titulado “El preludio de la verdad”, como compromiso indeclinable con la consigna de utilizar este privilegiado espacio para tratar ante todo de esgrimir argumentos y presentar sentencias en asuntos sociales y económicos con el mayor fundamento lógico y epistemológico, que muestren lo que estimo es, la anhelada verdad.

Es que al analizar la aplicación y evolución de las ciencias económicas y sociales en Colombia y Sur América, encontramos que existen múltiples desafíos y problemas pendientes de resolver que parecen agravarse continuamente en lugar de solucionarse, lo cual plantea la urgente e importante necesidad de revisar las alternativas viables que enriquezcan el debate para llegar a las mejores decisiones.

No obstante lo anterior respondemos a una suerte de monopolios de la verdad revelada en todas las vertientes políticas, tanto en la derecha como la izquierda, patrocinados por pares internacionales de distinta naturaleza, del Consenso de Washington a sus amalgamas con élites universitarias mundiales, que pueden no responder a nuestros intereses, sino subordinar a favor del orden establecido.

Acá en él entre tanto, seguimos agarrados sin una visión compartida ni un rumbo establecido, sino, viendo como nos dividimos y fraccionamos cada vez más, para poder reinar territorios más pequeños y hostiles, que parecen mirar hacía la ley de la naturaleza, en lugar de ver como brindamos las garantías necesarias para el despliegue del Estado de Derecho, que reivindique el ejercicio de la ciudadanía.

Una ciudadanía comprometida, fuerte y sólida, que legitime de esa manera la democracia y no nos lleve a su antagonista, este Estado débil y corrupto que nos caracteriza, aunque pretenda mostrar otra faceta, con lo cual al hacerlo, pone cada vez más de presente su incapacidad y falta de solvencia moral. Al respecto, los hechos son tozudos y muestra fehaciente de la realidad que debemos cambiar.

De ahí resultan muy útiles los tres mandamientos del Papa Francisco a los periodistas al ejercer sus funciones: amar la verdad, vivir con profesionalismo y respetar la dignidad humana. Esos pilares o fundamentos resultan vitales en todos los planos del ejercicio periodístico, en este espacio dedicados a lo que estimo es su aplicación en el ámbito de los columnistas de opinión, como me compete.

El amor a la verdad se manifiesta y representa en la honestidad como enfrentamos los temas, en reconocer que a esta se llega mediante construcciones sociales conjuntas y no por imposición, donde la confrontación debe servir para lograr los mejores arreglos y acuerdos. El vivir con profesionalismo es comprender el sentido profundo del trabajo para tratar los temas con el mayor rigor e imparcialidad.

Respetar la dignidad humana es particularmente importante porque los conceptos e ideas tienen implicaciones en la vida de las personas, con lo cual condenamos o exaltamos, donde la crítica en la medida que esté bien fundamentada, debe ser debidamente considerada no para lo anterior, sino ante todo, para tener un mundo mejor para todos y una ciudadanía más responsable y activa.

Por eso creo que el mejor orden posible es el orden por el poder de las ideas, que cohesionen en lugar de dividir, reafirmen en vez de debilitar, comprometan y por esa vía logren hacer cumplir los deberes y derechos que todos tenemos. Esa es la verdad sobre la que seguiré escribiendo, gracias a La República.

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