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Analistas 08/12/2018

Ciencias y Artes Útiles I

Germán Bolívar-Blanco
Analista y consultor

El próximo año será memorable para todos los colombianos, no solo por la ocasión para celebrar el Bicentenario de la Independencia, gracias a la batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819, unida a la instauración del Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819 de donde surgió la Gran Colombia, sino además por los 170 años del Partido Conservador, fundado el 4 de Octubre de 1849; todo lo cual abre interesantes espacios de reflexión y análisis alrededor de las circunstancias entonces vividas, frente a la Colombia del siglo XXI que todos anhelamos, esa patria incluyente, equitativa, sostenible y desarrollada.

En esa dirección una de las primeras inquietudes que tengo, tiene que ver con si después de habernos liberado del yugo de la conquista, verdaderamente somos o no independientes y autónomos en los diferentes planos, desde el político, hasta el social y económico, es decir, si realmente ejercemos la soberanía nacional no solamente en lo territorial, sino además en la forma como vivimos y nos relacionamos en los diferentes aspectos que surgen en el día a día, en la manera como se expresa nuestra cotidianidad.

Al respecto, la realidad resulta abrumadora, claramente seguimos supeditados y dependemos en muchos aspectos de nuestras vidas, de partituras que rigen nuestros designios indebidamente adaptadas y aún manejadas desde afuera, moldeando así nuestro presente y posibilidades conforme la falta de visión y conciencia invade las mayorías en todos los contextos, lo cual resulta evidente no solo en Colombia, sino es preciso reconocerlo en toda Latinoamérica que se mantiene encerrada a ésta precaria condición, sin aún darle salida ni solución.

Acertadamente lo reconoció Foucault en 1976 sobre cómo la dominación de los poderosos es la que rige hoy en los diferentes frentes donde nos movemos y existimos, pero mejor aún es reconocer como bien lo mencionó, que “saber es poder”, dando razón así a la piedra angular del poder, el conocimiento, lo cual nos reintroduce de nuevo a la época del racionalismo puro de Descartes, Kant y Hegel de los siglos XVII y XVIII, preclaros ideólogos conservadores, que bien vale la pena volver a considerar en el presente, donde el asunto no es de lucha contra los poderosos, sino de alianzas acertadas donde todos ganemos.

Para todo esto resulta enormemente constructivo los legados conservadores de Ospina Rodríguez desde 1842, respecto de la enseñanza de las ciencias y artes útiles, que también fue una obsesión de Nuñez desde su primer mandato en 1880, quien además procuró su fomento y fortalecimiento, lo cual unido a la importancia estratégica que le dio Reyes en 1904 a la inversión extranjera directa; resultan legados imperecederos para cualquier gobierno de cara a esa Colombia que merecemos, auténticamente soberana en el panorama mundial.

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