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Analistas 22/10/2022

Bajar de peso

Esteban Rahal
Librepensador y humanista
Analista LR

No aparece en el Plan Nacional de Desarrollo, tampoco en las prelaciones del ministro Ocampo. Ni siquiera es una opción para la aplanadora reformista en el Congreso o para sus raquíticos opositores.

Se trata de cualquier intento legislativo que le elimine los extravagantes tres ceros al peso colombiano que, si bien los tiene maquillados con la palabra “mil” en la nueva familia de billetes, sigue su tránsito por las autopistas de la devaluación mientras se evapora con inflaciones de doble dígito.

Para ponerle coto al encarecimiento de la vida, además de meterle un freno a la devaluación estrambótica de la moneda, una medida de este tipo pasa de opcional a prioritaria, más cuando al presidente Petro no le gusta que el Emisor suba las tasas para intentar enmendar las barbaridades y descaches de los “catrasca” ministeriales.

Para que no se crea que es una revaluación a la brava tipo Venezuela o Argentina, miremos el caso de México: allí lograron que en el mediano plazo la población -acá sumaríamos un gabinete de filósofes lenguaraces- entendiera que la unidad monetaria es el mejor idioma de relación con el extranjero.

Con un peso más sintonizado con el mundo y con la conversión de divisas, México logró hacer mejores negociaciones de los TLC, se volvió más competitivo en el mercado, niveló su balanza de pago y hasta aumentó el flujo de divisas.

Entre el resto de las ventajas tendríamos: cierre del cerco a dineros ilícitos -vía su incorporación al sistema-, mayor bancarización ergo menos informalidad y menor uso de efectivo, reducción de costos transaccionales, simplificación contable y muchas más.

Obviamente renacerán las sicosis colectivas (temporales) de una menor capacidad adquisitiva y, con seguridad, al principio, todo el mundo acudirá a un redondeo al alza en los precios, pero en últimas estaríamos amarrando dicho flujo a centavos, no a los miles de millones o billones que solo sirven a los amasadores y contempladores de opulencias, tanto como a los tremendistas.

Es entendible que las eternas propuestas radicadas en múltiples legislaturas para la eliminación de los ceros hayan pasado sin ton ni son, porque para los politiquitos que nos mandamos siempre hay “otras prioridades” de inversión o desviación.

Además, si el tema fuera exclusivamente económico, bastaría con repasar lo dicho por varios exdirectores del Emisor cuando explican que dicho cambio costaría algo menos que 0,04% del PIB. Pero sabemos que no estamos en épocas de políticas económicas sino de economías políticas.

En 2023 no solo se realizarán los comicios regionales en los que el Gobierno buscará la consolidación de su proyecto político; también se cumplen 100 años del Banco de la República, garante de la política monetaria al que le vendría muy bien cualquier ayuda para controlar la inflación, pero al que seguramente solo felicitarán acuñando un par de monedas, emitiendo estampillas centenarias, armando cualquier exposición precolombina o, a lo sumo, con una placa conmemorativa de muchos millones.

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