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Con las negociaciones de paz entre Israel y Palestina congeladas, y mientras se exhorta a los israelitas que se sientan amenazados alrededor del mundo a emigrar a su tierra, el primer ministro Benjamín Netanyahu se dirigió al Congreso de los Estados Unidos para oponerse a las negociaciones que adelanta este país con Irán sobre su proyecto nuclear. Se trató de una sesión solemne en la que fue notoria la ausencia de congresistas y senadores demócratas, entre ellos el vicepresidente Joe Biden, que a su vez es el presidente del Senado.
Netanyahu utilizó el Congreso estadounidense para escenificar un acto preelectoral, antes de que los israelíes acudan a las urnas el 17 de marzo. Esta es la razón fundamental del desafío de Netanyahu a Obama, marcar la diferencia necesaria en unos comicios en los que las encuestas señalan un ajustado resultado entre su partido, el derechista Likud, y la coalición de centro izquierda Unión Sionista. Esto explica, además, la presencia en el recinto del multimillonario estadounidense Sheldon Adelson, principal financiador de su campaña y dueño del periódico más leído de Israel.
Como señaló Bastenier hace unos días en El País, exacerbar el nacionalismo sobre la presunción de que el mundo está conspirando contra Israel, nutriendo el rebrote del antisemitismo en Europa envalentona a Netanyahu a correr el riesgo de desafiar a Obama -sin informar a la Casa Blanca-, haciendo un razonamiento costo beneficio, pues sabe que los lazos con los americanos son estructurales y no puede haber ruptura, y la ajustada recta final de los comicios justificaría el desaire y podría ser determinante en su suerte electoral.
La paradoja de esto es que de la negociación entre Washington y Teherán sobre el proyecto nuclear iraní dependerá la estabilidad del cercano Oriente y del mundo, de ahí que osarse a mezclarlo con agendas políticas sea una infinita irresponsabilidad. No obstante, en todas las latitudes los políticos son oportunistas y los americanos no son la excepción, tanto que la bancada republicana ayudó a diseñar la intervención de Netanyahu en el Congreso, con el fin de afianzar su tesis de que el gobierno de Obama es débil en materia de política internacional.
Netanyahu en su discurso ante los legisladores republicanos, que lo aplaudieron insistentemente, sostuvo que el acuerdo sobre el programa nuclear iraní dejará en pie la infraestructura de este país para fabricar una bomba y colocará a Israel, a Oriente próximo y el mundo bajo la amenaza de una “pesadilla nuclear”. Insistía que se trata de “un muy mal acuerdo”, que se traducirá en “un Irán más peligroso, un Oriente próximo lleno de bombas nucleares, y una cuenta atrás hacia una pesadilla nuclear potencial”. Mientras esto sucedía el secretario de Estado, John Kerry, negociaba en Montreux (Suiza) con su homólogo iraní, Javad Zarif.
El primer ministro israelí argumenta que aunque se congelase el programa nuclear, a Irán le bastaría un año o menos para reactivarlo, cuestiona la eficacia de los inspectores y la vigencia de una década. Para él no es garantía que el acuerdo se negocie con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas más Alemania.
Por lo visto en el mundo la premisa del “todo vale”, que tanto conocemos en Colombia y que sirve para oponerse a lo que aún se está negociando y que generó una reciente gira de nuestro senador Incitatus (columna del 09.09.14) advirtiendo -como Netanyahu- que el infierno se avecina si firmamos la paz, hace carrera.