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Analistas 08/10/2022

Más gerencia

Edgar Papamija
Analista

Acá todo llega tarde. En materia política y en materia económica no podía ser diferente. La presencia de nuevos actores en un Gobierno de izquierda, aunque esa denominación sea ya un anacronismo, genera situaciones inéditas que deben ser analizadas y tratadas con mesura para evitar errores ya vividos en otras latitudes.

Llegamos al escenario mundial globalizado y hay que reconocer que el recién posesionado Presidente de los colombianos, con las obsesiones que le son características, no ha desperdiciado micrófono para proponerle al país la nueva agenda de políticas públicas que le permita ponerse a tono con los nuevos retos. El cambio climático, la desigualdad, la concentración de la riqueza, la corrupción y el narcotráfico, exigen aguzar la imaginación y el análisis que permita implementar ideas innovadoras, ofreciendo respuestas imaginativas y hasta atrevidas, para encarrilar las sociedades que, por momentos, pierden el rumbo al aceptar soluciones populistas de comprobados efectos negativos pues, lejos de solucionar, agravan los problemas.

En la incertidumbre global, políticos y economistas aventuran tesis que se vuelven lugares comunes por la recurrencia con que se vienen manejando. Eliminar el uso de combustibles fósiles, impulsar el desarrollo de energías limpias, incursionar en nuevas tecnologías, regular los mercados, gravar la riqueza, transferir recursos a los más pobres mediante una renta básica universal, regular el mercado financiero, generar una banca de desarrollo, y como colofón, invertir en educación para lograr el acceso universal al conocimiento, constituyen el new deal orbital del siglo XXI.

El diagnóstico está, y como lo reconocemos, en nuestro caso, Gustavo Petro lo tiene totalmente claro. El diablo está en los detalles y es ahí donde los encargados de formular políticas públicas pierden la apuesta. Reafirmamos lo dicho en el sentido que los enunciados, algunos de ellos innecesariamente ampulosos, de este Gobierno y su variopinto equipo, se ajustan a la agenda de América Latina, donde esas falencias orbitales son más críticas por la historia de dominación, de dependencia, de exclusiones, de inequidades; productos todos del control político del poder detentado por elites que no permitieron la construcción de una democracia real.

La reforma tributaria va en el sentido correcto, pero se queda corta cuando mantiene una tendencia regresiva, sin progresividad, con énfasis en tributos indirectos que no generan equidad. La gran incógnita es la inversión o el gasto que se va a acometer con esos nuevos recursos. Paradójicamente todos los actores involucrados tienen razón. De una parte, los impuestos desincentivan el ahorro y afectan la inversión, pero bien orientados, estimulan productividad y equidad, compensando con creces las pequeñas afectaciones que puedan producir.

Sigue en turno la reforma agraria, tantas veces frustrada por ausencia de crédito, tecnología e inversión en infraestructura y redes de distribución; pero este y muchos temas más, quedan en la agenda de políticas públicas que seguiremos comentando. Lo importante, en mi concepto, es que el Jefe de Estado y sus colaboradores, abandonen el manejo mediático, que tanto daño hace, y se dediquen a producir resultados con más rigurosidad, más estudio, más análisis, más concertación y más gerencia.

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