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Analistas 08/10/2019

Bien, pero mal

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Si como economista estoy desorientado respecto al curso actual y futuro de la economía colombiana, me imagino que con la multitud de señales encontradas, la sensación del ciudadano de la calle debe ser de total desconcierto. Hay señales buenas y reconocimiento internacional y hay señales preocupantes y premonitorias.

En junio en Cartagena, Planeación Nacional informó que “En medio del flojo desempeño de la economía mundial, el Producto Interno Bruto de Colombia (PIB) crecerá 4,5% en 2022, y en promedio, 4,1% en los próximos cuatro años, el desempleo descenderá a 7,9% y la pobreza caerá del 27% al 21%”. Si bien estas son cifras están muy por debajo del crecimiento de 6% que el país necesita para llegar a ser una nación de ingreso medio, son buenas para lo que estamos viendo en la región. ¿Será factible que ese pronóstico se cumpla a la luz de información reciente que nos llega?

Inicialmente, el Banco de la República tenía previsto un crecimiento del PIB para 2019 del 3,6%, pero ya lo reajustó al 3%. Las cifras del 3% de crecimiento en el segundo trimestre apuntan más a un crecimiento inferior a eso, pues el crecimiento está jalonado por la demanda y esta puede flaquear de cara al creciente desempleo. Esta realidad no parece un buen punto de partida para cumplir los pronósticos del DNP.

El campo minado de la economía colombiana en el cercano futuro tiene, entre muchos otros, tres grandes peligros. El primero es sin lugar a dudas el tema del empleo. No son compatibles mejores calidades de vida con mayor desempleo y la tendencia de los dos últimos años muestra que no hemos sido capaces de resolver este problema.

Surge ahora la propuesta liderada por Fenalco de una gran reforma laboral que introduzca la flexibilidad al mercado laboral. Es un paso necesario, pero cabría preguntarse si este esfuerzo reduciría los niveles de desempleo o mas bien ayudaría a formalización del empleo informal que sigue absorbiendo mas de 40% de la fuerza laboral empleada. Si es el segundo aspecto, bienvenido, pues ayudará en temas de salud, pensiones y calidad de empleo, pero nos quedará faltado la fórmula para disminuir el desempleo que desafortunadamente no es tarea que se resuelva con una ley.

El segundo gran peligro es lo que está sucediéndose en el frente externo. El déficit en cuenta corriente está llegando a niveles preocupantes, mientras que las exportaciones no despegan, a pesar de la devaluación; y la inversión extranjera no muestra un buen balance de entrada y salida de divisas. Esta situación se refleja en una tasa de cambio que afectará la empresa manufacturera que es gran importadora de insumos, y, desde luego, a las finanzas públicas que necesitarán más pesos para pagar la deuda en dólares.

El tercer peligro es el más preocupante y tiene que ver con la variable de zozobra. Hay baja confianza en los agentes económicos y en los consumidores, y los ciudadanos se enfrentan a un escenario político que está plagado de violencia, confrontación y corrupción. Hay un coctel de candidatos asesinados; noticias de corrupción que pasan por una universidad, por Cartagena y por los antiguos territorios nacionales; amenazas a periodistas y polarización extrema que asusta a cualquier inversionista.

Los dos primeros peligros se pueden arreglar con política económica, el tercero requiere de un revolcón político que, desafortunadamente, no se vislumbra a juzgar por lo que vemos en la presente elección. Ha vuelto el reino de los caciques locales y de las mafias incrustadas en la política.

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