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Analistas 05/06/2020

El rezago de Bogotá le está costando al país

Mauricio Santa María
Presidente de Anif

Mauricio Santa María S. Presidente de Anif - Carlos Felipe Prada L. - Ekaterina Cuéllar K.

El jueves 28 de mayo, el Gobierno Nacional (Decreto 749 de 2020) tomó la decisión de prorrogar el período de Aislamiento Preventivo Obligatorio hasta el 30 de junio, con lo cual se completarán 14 semanas de cuarentena. Cabe destacar que, en esta extensión, el Gobierno permitió abrir nuevos sectores económicos, como el comercio (centros comerciales) y servicios (peluquerías y establecimientos de limpieza-aseo), que se suman a los sectores de industria y construcción que reiniciaron sus actividades desde finales de abril. Sin embargo, el Gobierno Nacional dejó claro que cada alcalde tendrá discrecionalidad sobre la gradualidad y tiempos de entrada de los diferentes sectores. Así las cosas, la diversidad de acciones tomadas por los alcaldes ha sido muy grande. Algunos, de hecho, han llegado a los extremos de declarar toques de queda parciales, que no tienen ninguna efectividad, pero sí contribuyen a la confusión y a la caída de la economía, o aplicar leyes secas en sus territorios, medida también totalmente inefectiva para frenar la propagación del virus, pero con impactos negativos sobre la economía y, paradójicamente, sobre los recursos territoriales para la salud. En las ciudades grandes también se ha observado dispersión en las medidas tomadas, lo cual es importante por su peso en la economía y el empleo. Por eso, llamamos la atención sobre la mayor coordinación que deberá existir con las autoridades territoriales, que, por definición, enfrentan incentivos muy fuertes a mantener el mayor tiempo posible a la población en cuarentena. Esta discrecionalidad, sin la coordinación necesaria, llevaría a un reinicio de la actividad económica muy desigual a nivel nacional y a mayor confusión por parte de la población, que ya enfrenta bastante incertidumbre.

Por ejemplo, entre las ciudades que registran los mayores avances en ese frente, se destaca el caso de Medellín, que ya inició la reapertura de centros comerciales y el comercio en general, combinado con planes piloto para reanudar los servicios de alojamiento. Por el contrario, se tienen aún fuertes restricciones, por al menos 2 semanas adicionales, en ciudades tan importantes como Bogotá, que concentra el 25% del PIB nacional. Esto bajo el argumento de que la ocupación de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) alcanzó en días pasados niveles elevados del 44% y aún se está en proceso de adecuar el sistema de salud para atender el pico de contagio que, en todo caso, llegará. Esto resulta paradójico, teniendo en cuenta que el principal propósito del aislamiento temprano fue “comprar” tiempo para adecuar el sistema de salud en los aspectos fundamentales para la atención de la pandemia.

Entonces, en este Comentario Económico analizaremos si efectivamente se cumplió con el objetivo de preparar completamente el sistema de salud y qué diferencias se observan a nivel regional en materia de contención de la pandemia. Recordemos que alargar el aislamiento más allá de lo requerido es inapropiado porque somete a la población a unos costos económicos y pérdidas de bienestar muy altos, tal como lo reflejaron los recientes resultados del mercado laboral del mes de abril (ver Informe Semanal No. 1506 de junio de 2020). Claramente, la estrategia no puede ser continuar prolongando el confinamiento por no haberlo aprovechado eficazmente, pues sólo se lograría aplazar el pico epidemiológico en medio de una economía completamente destruida, que es el peor de los mundos.

¿Por qué es este el peor de los mundos? Porque cuando llegue el pico, que se sigue “pateando” hacia adelante, ya habremos incurrido en un costo económico excesivo y su llegada probablemente nos obligará a incurrir en otro adicional, a través de nuevos o más estrictos aislamientos. Entonces, nos quedaremos con el pico epidemiológico de todas maneras, pero habiendo incurrido en un costo alto en términos de pobreza, empleo, ingresos y bienestar (y probablemente también de salud mental, violencia, deserción escolar en todos los niveles y aumento de otras enfermedades). Desde el principio hemos sabido que el objetivo del aislamiento temprano era aplazar el pico, mientras se adecuaba el sistema de salud, lo cual es una estrategia correcta. Sin embargo, el aislamiento no puede ser indefinido porque no se puede adecuar el sistema de salud por siempre, el pico de todas maneras va a llegar y el costo del aislamiento es excesivo y creciente. Así las cosas, debemos evitar a toda costa entrar en el escenario en el que la curva epidemiológica se aplaza más, al mismo tiempo que la economía cada vez se hunde más.

El aislamiento como oportunidad para adecuar el sistema de salud

Desde la primera declaratoria del Estado de Emergencia Económica y Social (Decreto 417 de 2020), se reconoció la urgencia de fortalecer rápidamente el sistema de salud para atender una eventual propagación del virus. En ese sentido, el aislamiento ofrecía tiempo valioso para lograr ese fortalecimiento (camas UCI, equipos de bioseguridad, medicamentos paliativos y, sobre todo, capacidad para realizar pruebas masivas), debido a que desplazaba el pico de contagio hacia el futuro.

Los resultados muestran que hay diferencias grandes entre ciudades capitales, tanto en materia de contención del virus como en apertura paulatina de la actividad productiva. Por ejemplo, en Medellín, esta semana inició actividades el sector comercio casi en su totalidad, incluyendo algunos centros comerciales, al mismo tiempo que se puso en marcha un piloto en el sector hotelero para probar los protocolos de reapertura. Por el contrario, en Bogotá, los centros comerciales están cerrados, así como otros establecimientos de servicios que el Gobierno Nacional autorizó para su reinicio. La gran pregunta es ¿Por qué en Medellín sí se pudo avanzar rápidamente para que nuevos sectores económicos reinicien actividades, mientras que en Bogotá se avanza a paso muy lento?

La respuesta podría ser que, pese a todos los esfuerzos, tanto del Gobierno Nacional como de algunos gobiernos locales, no se han cumplido las metas de adecuaciones del sistema que se habían trazado desde marzo. Por ejemplo, las camas UCI en el país llegan a un total de 6.364, frente a la meta de 10.000. Sin embargo, las diferencias regionales son importantes. En el Gráfico 1 mostramos la adecuación de UCI entre marzo y mayo, en el que se observa que Bogotá avanzó menos que Medellín y otras ciudades. En efecto, mientras en Medellín se pasó de 13.1 camas por 100.000 habitantes a 18.7 (un aumento del 42%), en Bogotá el incremento fue de 12.5 a 15 (20%). Este es un tema muy importante porque la Administración Distrital anunció, en el momento que inició la Emergencia, que a mayo se tendrían 4.000 camas de UCI. La realidad es que sólo se llegó a 1.158 (un avance de 290 camas).

En cuanto a las otras ciudades capitales, se destacan los avances de Pereira y Cali, que pasaron de 15.5 a 20.8 (34%) y 25.3 a 30.1 (19%), respectivamente. Barranquilla ya contaba con niveles altos de UCI antes de la pandemia. De hecho, es la ciudad capital con más UCI por cada 100.000 habitantes.

Por el lado de la evolución de las curvas de contagio y fallecimientos, en el Gráfico 2 se muestra que las ciudades con mayores crecimientos continúan siendo Cartagena, Barranquilla, Bogotá y Cali, a pesar de que muchas de ellas son las que tienen medidas de aislamiento más restrictivas, como Bogotá. En contraste, Bucaramanga y Medellín muestran bajos niveles relativos tanto de contagios como de fallecimientos. Ninguna de estas últimas supera los 3 fallecidos por millón de habitantes. De hecho, en Medellín hace varias semanas no hay reporte de fallecidos.

Como lo habíamos advertido, el hecho de que exista el riesgo de que se alcance un pico epidemiológico tras el período de aislamiento genera incentivos para que los gobiernos locales extiendan el confinamiento más allá de lo deseable, sobre todo, cuando no se han logrado mayores avances en la adecuación del sistema de salud, tal como ocurre en el caso de Bogotá. Sin embargo, alargarlo somete a la población a elevados costos socioeconómicos. La clave está en promover una mayor coordinación con los gobiernos locales y que se pueda avanzar en dos aspectos que no son excluyentes: (i) aplanar la curva de infecciones para no sobrecargar el sistema de salud; y (ii) contar con una reactivación más homogénea de los sectores de la economía que se pueden abrir en todas las ciudades capitales. De lo contrario, esto causaría efectos difícilmente reversibles sobre el desempleo, la pobreza y el bienestar, que, desafortunadamente, ya no son solo una predicción, sino una realidad, de acuerdo con los datos del mercado laboral que publicó el DANE (ver Informe Semanal No. 1506 de junio de 2020).

Conclusiones

La nueva fase de aislamiento que Colombia inició en junio le da vía libre a la reactivación de un mayor número de actividades económicas, como el comercio y los servicios, bajo estrictos protocolos de bioseguridad. De esa manera, algunas ciudades avanzan decididamente en esa reactivación, como es el caso de Medellín y Bucaramanga. Por el contrario, ciudades tan importantes como Bogotá aún se mantienen muy rezagadas, por cuenta de la baja ampliación de la capacidad del sistema de salud respecto a las metas trazadas al inicio del período de aislamiento. Claramente, el incumplimiento de esas metas no debe retrasar aún más el reinicio de actividades, pues no podemos seguir aislados para adecuar el sistema de salud indefinidamente. El pico epidemiológico de todas maneras va a llegar y el costo del aislamiento es excesivo y creciente. Lo cierto es que en Bogotá se debe cambiar de estrategia, pues el costo del aislamiento es elevado y la Administración Distrital tiene el reto de no dejarse tentar a seguir “pateando” el pico epidemiológico hacia adelante, lo cual solamente empeorará los problemas en el futuro.

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