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Analistas 27/09/2022

Los mercados en alerta

Andrés Felipe Londoño
Asesor en transformación digital legal de servicios financieros
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Cuando se explora a fondo cualquier fenómeno suele ser cierto el viejo principio según el cual 20% de los factores determina 80% de los resultados. Como identifica Ray Dalio, maestro de la digestión de la realidad, esto mismo ocurre en el comportamiento de todos los mercados, en donde hay cuatro determinantes que explican gran parte de su desempeño: crecimiento, inflación, primas de riesgo y tasas de descuento.

Toda inversión es un intercambio de recursos disponibles hoy por una expectativa de recibir pagos futuros superiores a lo invertido. En todo el mundo, pero particularmente en Colombia, los cuatro determinantes de los mercados están en alerta.

Primero, el crecimiento económico. Los tiempos de Colombia, como ejemplo mundial de recuperación económica postpandemia, han quedado atrás. Pese a las proyecciones de The Economist Unit de un crecimiento real de 6,6% para 2022, destacable aún, el pronóstico para 2023 es cada vez más sombrío, el cual ya va en 1,1% según BanRep. El tan anhelado decrecimiento de los filósofos estatales es cada vez más una realidad. Colombia se ha unido a la corriente latinoamericana de perseguir relatos fantásticos que han desembocado en la irrelevancia de este subcontinente, que representa apenas 5% del PIB mundial, 33,85% menos que hace una década.

Segundo, la inflación. Estamos en una nueva era mundial de un aumento generalizado de precios. Las tensiones geopolíticas, las distorsiones en la oferta energética mundial, los efectos del calentamiento global y los resultados de estímulos de política fiscal en las principales economías han revivido al peor enemigo de la prosperidad, que creíamos vencido.

En Colombia, el coctel de déficit fiscal más déficit comercial, el desmonte (necesario) del subsidio a la gasolina, la ausencia de mensajes contundentes de juicio macroeconómico y la promesa masiva de regalos estatales para “todes” anticipan una inflación galopante. La inflación actual de 10,2% es un lujo al lado de la que veríamos si se materializa la promesa de un estado de bienestar europeo, apoyado en una economía frágil y altamente informal, aún dependiente de la extracción de hidrocarburos. Fácilmente podríamos pasar de ser uno de los países más reconocidos por su juicioso manejo macroeconómico a otra irracionalidad colectiva como Argentina, donde la inflación anual es de 78,5% y la pobreza aumenta diariamente.

Tercero, prima de riesgo. Es aquella porción de la rentabilidad esperada que corresponde a la percepción de un riesgo asumido en una inversión. Por su mayor fragilidad, invertir en un país emergente es más riesgoso por lo cual solo se justifica hacerlo si ofrece un mayor retorno frente a las alternativas más seguras. El pregonar en la ONU el fin del capitalismo, el cultivo de coca como la salvación de la selva o el acusar a los países ricos de nuestras desgracias, difícilmente reducirá la prima de riesgo de Colombia.

Y cuarto, la tasa de descuento. Es la tasa base del valor presente de los flujos futuros de una inversión. La incertidumbre generalizada, patrocinada por las amenazas de refundación total por parte de cada ministro de cada sector, está castigando el valor presente de toda proyección de flujos deteriorando la viabilidad financiera de los proyectos locales.

Luego, o gerenciamos bien estos determinantes o asumimos las trágicas consecuencias de un populismo terminal y de ser percibidos internacionalmente como una curiosa exoticidad cocalera.

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