Yussi Pylkkänen, el subastador estrella de Christie’s en Europa

Londres, tres de la tarde. King Street. Cuartel General de Christie’s, número uno en el mercado de arte mundial. Tras esta fachada blanca de estilo victoriano con aspecto de banco de inversiones que se levanta imponente en el corazón de Westminster se dan la mano lo sublime y el vil metal. Tras ella, obras maestras de valor incalculable cambian de manos en cuestión de segundos. Un luminoso esquinazo del segundo piso, en la planta noble, alberga uno de los despachos más poderosos del sector. Es el lugar de trabajo de Yussi Pylkkänen (Helsinki, 1963), presidente de Christie’s para Europa, Oriente Medio, Rusia e India y uno de los subastadores estrella de este mundo sofisticado y enigmático que levanta pasiones, mueve millones y vive hoy días de vino y rosas.

Su palmarés es apabullante, tanto como su encanto personal y su diligencia para controlar la sala de subastas, ese escenario sui generis que concita belleza, ego, adrenalina y poder en el que él se desenvuelve de forma magistral. Solo en 2013, su martillo sentenció obras de arte por valor de US$2.000 millones y se estima que su habilidad es tal que es capaz de aumentar entre 10% y 20% el precio final de una venta, como ocurre con los mejores.

El pasado noviembre cerró la puja del año, el célebre tríptico de Francis Bacon ‘Tres estudios sobre Lucien Freud’, la obra de arte de mayor precio subastada hasta la fecha (US$110 millones).

Pylkkänen hace entrada en este despacho presidido por el retrato de un joven pelirrojo de canon alargado (salido del talento de Modigliani) que observa la escena con mirada intensa, azul, ausente. Rápidamente da muestras de que es un hombre bromista y agudo, con una campechanía que uno no espera encontrar en este mundillo de cierto aroma elitista. Sobre su mesa, un dossier. Observo que en la primera hoja hay una pequeña fotografía mía y un par de párrafos escritos al lado. Su equipo de comunicación hace bien los deberes. Por un momento me siento como una pieza de uno de los catálogos de la célebre casa de subastas. Menos valiosa, naturalmente.

Interesante e inesperado. Jamás se me habría ocurrido ese ángulo, le confieso...
Dos plantas más abajo de este despacho está la sala de subastas de arte más antigua del mundo, funciona desde 1.822, en ella se han vendido obras maestras legendarias y se han roto infinidad de récords. Pero sobre todo tiene una atmósfera extraordinaria; para mí, única en el mundo, y que yo comparo con la de los grandes estadios como Old Trafford o Wembley, sobre todo en las grandes citas. Es un ambiente especial fabuloso. Un buen subastador tiene que manejar muy bien el ritmo, ahí está la clave. Tiene que saber cuándo ir rápido, lento, parar, hacer las cosas con gran sentido del ritmo, variarlo, sacar el genio en un momento dado y transmitir una gran sensación de control. Todo esto también es clave en el fútbol, creo que esta es una de las grandes bazas de la Selección Española que ganó el Mundial de Sudáfrica y también de grandes jugadores como Messi. Messi, me parece interesante precisamente por su capacidad de cambiar de ritmo y crear situaciones totalmente inesperadas.

Lo cierto es que aquella subasta me pareció el mejor espectáculo de Londres. Y pensé, ¿por qué la gente irá a los musicales? El auténtico show está en esta gran sala.
Bueno, aunque parezca un gran espectáculo es algo muy serio donde todo está estudiado al milímetro para que funcione a la perfección. Y aunque tal vez no lo parezca, me lo tomo verdaderamente en serio. Solo tienes 60 segundos para vender una obra de arte, lo que significa que tienes que hacerlo lo mejor que puedas para que el propietario mismo de esa obra se el que piense que la ha puesto en las mejores manos posibles. Se piensa mucho en el comprador, pero para quien se deshace de una obra que tal vez ha tenido toda su vida o es parte de una herencia, suele ser un momento bastante doloroso y triste.

Estamos hablando de salas repletas de personas. ¿Cómo es capaz de identificar en cuestión de segundos a los que de verdad van a gastarse US$50 millones en un cuadro?
Hay algo de instintivo. A lo mejor hay 800 personas en una sala pero con muy pocas se establece un vínculo especial. Es como cuando dos personas de enamoradas cruzan sus miradas en un sitio lleno de gente. No sé muy bien cómo explicarlo, pero funciona de un modo similar. Primero se percibe por una cuestión postural, la forma en que se mueven en la silla. Luego por la manera en que quieren establecer contacto visual contigo; además, un cierto brillo en sus ojos les delata. Es un poco como los niños de colegio cuando quieren que les pregunte su profesor porque saben la respuesta. Así es que cuando miras a la audiencia no ves a 600 personas, tan solo cinco o seis. Y no solo eso, sino que realmente percibes quién es el que está más interesado en la pieza, quién está dispuesto a llegar más lejos con su oferta.

El capítulo de la secuencia que se viene
De acuerdo con Pylkkänen, los artistas de los 70, 80 y 90 se venderán bien en 20 años, puesto que el neomodernismo se convierte en moda y en tendencia. No obstante, según el gerente de Christie’s para Europa, Oriente Medio, Rusia e India, habrá espacio también para las antigüedades y las obras de arte de cualquier período. François Curie, presidente de Christie’s Asia, afirmó que invertir en arte siempre ha sido considerado como un gran negocio. Desde 2006 las márgenes de beneficio se han disparado como consecuencia directa del aumento de la demanda. Según la European Fine Art Foundation de Maastricht, en 2013, el sector movió cerca de US$64.800 millones. Christie’s ha recaudado US$7.700 millones convirtiéndose en la mejor temporada de la casa.