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viernes, 18 de diciembre de 2015

En efecto, hasta el día de hoy, todavía existen en el país extensas regiones en donde el Estado es el gran ausente. Zonas como el Urabá, el Magdalena Medio, la Costa Pacífica, por sólo mencionar algunas, son un ejemplo de ello. Es ésta situación la que ha favorecido y seguirá favoreciendo, hasta tanto no se solucione, el surgimiento de nuevos grupos armados ilegales de diverso pelambre, todos financiados por el poder corruptor del narcotráfico. ¿Qué hacer entonces frente a éste fenómeno?

La solución que salta a primera vista frente a éste problema es replantear nuestra  forma de Estado, es decir, la manera como se están repartiendo las competencias entre el Gobierno Central, los Departamentos y los Municipios a su cargo. En un país tan complejo como Colombia, donde tanto el federalismo como el centralismo han fracasado por mostrarse incapaces de hacer presencia y garantizar el desarrollo en todo el territorio nacional, es necesario formar nuevos paradigmas. Si desde finales del Siglo XIX hasta hoy el lema de la administración territorial de nuestro país ha sido “centralismo político con descentralización administrativa”, en el Siglo XXI ha de ser “centralismo político dentro del reconocimiento a la Diversidad Regional”. 

Esto implica que el Estado además entregarles recursos a los entes territoriales desde el nivel central, también debe darles la autonomía política y administrativa, a partir de las herramientas que le dan los Artículos 286, 287 y 288 de nuestra Constitución. Dichas disposiciones normativas, permiten a los actuales departamentos constituirse en “regiones y provincias” para “ejercer las competencias que les correspondan” asignadas previamente a través de una Ley de Ordenamiento Territorial. 

En otras palabras, abren la puerta para avanzar en Colombia hacia un Estado Regional. 

Y digo avanzar, porque en los Estados Regionales, las regiones son entidades territoriales no soberanas, pero con autonomía política, lo que significa que disponen de la potestad de autogobernarse, siendo así posible que los gobernadores puedan establecer sus propios Planes de Desarrollo y reglamentar las leyes que se expidan desde la lejana Bogotá, todo esto dentro de los límites de la lógica y el interés general, dejando de ser así meros agentes del Gobierno Central electos popularmente. 

Muchos frente a éste planteamiento, dirán que las regiones no pueden prosperar en nuestro país porque los departamentos que las podrían constituir están quebrados. Al contrario. 

Unos departamentos pequeños y separados entre sí, como los que existen actualmente, no son capaces de juntar sus fuerzas para aprovechar en forma plena las potencialidades de las regiones a las que pertenecen, cuyos límites ya están trazados por la naturaleza y la historia. Llegó la hora de hacer un debate serio el problema territorial de Colombia como punto clave en su desarrollo económico y pacificación futura.