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Analistas 12/10/2015

Un mejorado acuerdo comercial del Pacífico

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Pero la Casa Blanca me está diciendo que el acuerdo que las autoridades alcanzaron esta semana es significativamente distinto a aquel del cual tuvimos conocimiento antes; y la encolerizada reacción de los representantes de la industria y de los legisladores republicanos parece confirmarlo. Lo que sé hasta el momento: la industria farmacéutica está enojada porque la extensión de los derechos de propiedad en derivados biológicos es mucho más limitada de lo que quería; la industria del tabaco está enojada porque fue excluida del convenio para la resolución de disputas, y los republicanos están enojados porque las protecciones laborales resultaron más firmes de lo que esperaban. Todo esto representa buenos acontecimientos desde mi punto de vista, aunque voy a tener que hacer mucha más tarea una vez que los detalles sean más claros.

Es interesante que lo que estamos viendo hasta el momento sea una dura reacción de los conservadores contra estas mejoras. Me encuentro pensando en el trabajo de Gene Grossman y Elhanan Helpman sobre la economía política de los acuerdos de libre comercio (lea su documento de investigación aquí: nber.org/papers/w4597), en el cual ambos economistas concluyen, basados en un modelo altamente estilizado pero de todos modos interesante sobre las políticas de interés especial, que: “Un Acuerdo de Libre Comercio tiene más probabilidad de ser políticamente viable exactamente cuando sería socialmente perjudicial”.

El TPP se ve mejor que antes, y eso hace enojar a gran parte del Congreso.

Europa no ha aprendido nada

Si quiere sentir desesperación respecto de las perspectivas de Europa, primero vea una presentación reciente de Peter Praet, el economista en jefe del Banco Central Europeo (aquí: bit.ly/1FV6AzQ), y después lea una columna de opinión reciente en el Financial Times escrita por Ludger Schuknecht, el economista en jefe del Ministerio de Finanzas de Alemania (aquí: on.ft.com/1OTfalF).

Praet presenta una imagen de un Continente agobiado por una demanda inadecuada, con una fuerte corriente descendente deflacionaria. Schuknecht, mientras tanto, declara que tenemos que frenar los estímulos y reducir la deuda; en otras palabras, que todos los países deberían ser como Alemania y registrar un enorme superávit comercial.

Si hay una cosa que ciertamente deberíamos haber aprendido de la experiencia de los últimos siete años es que sumar realmente cuenta. Mi gasto es su ingreso, y su gasto es mi ingreso. Si todas las naciones recortan el gasto e intentan pagar sus deudas al mismo tiempo, los ingresos caen y los problemas de deuda probablemente empeoran. La proporción deuda/producto interno bruto de Europa no está creciendo porque esté gastando más que durante los años buenos; el déficit estructural general de la eurozona actualmente es muy pequeño, mucho más bajo de lo que fue en el periodo 2005-07. Pero un crecimiento y una inflación bajos significan que el PIB no está yendo a ningún lado.

Las autoridades alemanas ven todo esto como un recuento de sus virtudes contra la falta de las de todos los demás.

Esto significa que nadie va a cambiar de rumbo aparte de los funcionarios del BCE, quienes están en el proceso de descubrir qué tan limitada realmente es la política monetaria cuando las tasas de interés son muy bajas y la política fiscal está jalando en la dirección equivocada.

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