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EDITORIAL

A un año de votar por el nuevo Congreso

jueves, 9 de marzo de 2017
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Los nuevos congresistas se elegirán el 11 de marzo de 2018, es decir en un año, y es un imperativo para senado y cámara renovarse y limpiar su mala imagen

 

Pasado mañana comienza el conteo regresivo para elegir al nuevo Congreso compuesto por 102 curules para senadores y otras 166 para representantes a la Cámara, en medio de uno de los contextos políticos más agitados de los últimos años. No es un secreto para nadie que la corporación, que representa el poder legislativo, tiene uno de los peores índices de favorabilidad si se observan todos los estudios que se hacen a la opinión pública, la razón de esta situación no es otra que los permanentes escándalos de los que son protagonistas sus corporados, y de la campaña sistemática contra su imagen por parte de los mismos senadores y representantes, quienes son expertos en bajar los niveles de discusión a la agresión, la descalificación, la grosería y el insulto. Es normal ver a representantes y senadores descalificando a sus colegas y socavando de paso la imagen de todos ellos. Es muy bajo el nivel de discusión intelectual y en especial el sentido de pertenencia de sus miembros, en pocas palabras ni a los senadores ni a los representantes les importa la imagen que proyectan ante el país político y sus electores. La vieja teoría de Luis Jorge Garay sobre el Estado Capturado brilla con luz propia en el Congreso sin que a nadie le importe y cada cuatro años vuelvan los mismos con las mismas, sin que la renovación académica e intelectual se vea. Los grandes debates económicos siempre están ausentes porque escasean entre los congresistas personas formadas en la empresa o la academia y 30% de los nombres que cada cuatro años se renuevan vienen de la mano de caciques políticos regionales y familiares. El país tiene el gran reto renovar ampliamente el próximo Congreso que se elegirá el 11 de marzo para regir los destinos del Senado y la Cámara de Representantes entre 2018 y 2022. Nuestra carta magna y el espíritu democrático que ella encarna, le ha dado un juego fundamental al Congreso en materia de confección de leyes y el fisco nacional invierte del erario público grandes porcentajes en su funcionamiento -como son salarios y apoyos administrativos por cerca de $30 millones para cada uno- que poco se notan en su aporte al país político y económico. El deprimente espectáculo dado en las últimas discusiones económicas, la permeabilidad a los escándalos como el de la constructora brasileña, Odebrechet, y el bajo compromiso de sus corporados, deben hacer reflexionar al país y a los partidos mismos para que el Senado y la Cámara tenga otro nivel caracterizado por el estudio profundo de los temas de seguridad nacional; la publicación de investigaciones de economía social; el análisis de la problemática social y el repensamiento del país, todos ellos temas que nunca pasan por el filtro del Congreso capturado por intereses personales mediados por lo que se le ha llamado “mermelada”, como combustible idóneo que hace mover sus posiciones frente a las grandes propuestas de sus colegas o del Ejecutivo.

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