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Analistas 25/04/2014

Stiglitz y las ciudades

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado
La República Más
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En Medellín, en el Foro Urbano Mundial, Stiglitz comenzó su intervención recordando que las ciudades son organismos vivos, que tienen dinámica propia. Pero, advirtió, que la reinvención de las ciudades no es el fruto de las fuerzas del mercado.

El buen urbanismo, sostenible y equitativo, requiere apoyo del gobierno. Por sí solo, el mercado crea numerosos problemas. El mercado es un mecanismo adecuado para lograr el bien-estar si, y sólo si, está controlado por el Estado. Las políticas públicas, como ha sido claro en Asia, regulan el mercado y promueven el desarrollo.

Stiglitz llamó la atención sobre la necesidad de que la política económica sea política espacial. Y en esta transformación los gobiernos locales juegan un papel crucial. Si el centro de atención son las interacciones de las personas en el espacio, se hacen más evidentes las limitaciones de las mediciones convencionales como el PIB. A las personas en su vida cotidiana - aquí y ahora - no les interesa las tasa de crecimiento de los sectores que componen el PIB. Les importa su bien-estar expresado en vivienda digna, acceso a educación de calidad, movilidad, parques, aire puro, seguridad, etc.

En 2010, Stiglitz, con Sen y Fitoussi, hizo parte de la llamada Comisión Sarkozy, que tenía el encargo de buscar medidas alternativas al PIB. Los autores propusieron observar las condiciones de vida de los hogares, a partir de las estructuras de consumo. Una familia está bien cuando puede adquirir los bienes que considera valiosos. Y para lograr este propósito se requiere que la acción de los gobiernos (local y nacional), se coordine de tal manera que la capacidad de pago de los hogares pobres se amplíe. Y esta fórmula tiene tres componentes claros: empleo, más impuestos para los ricos y más subsidios para los pobres. Se trata, como lo dijo Stiglitz en Medellín, de que las personas estén en el primer lugar.

Las ciudades necesitan planificación. Y las decisiones tienen que ser tomadas con una perspectiva de largo plazo. Las equivocaciones de hoy pueden tener implicaciones nefastas en los decenios siguientes. La planificación del espacio es muy distinta a la planificación que se suele hacer desde la política económica.

Y el gran reto de la planificación urbana es aprovechar las economías de aglomeración, y contribuir a la disminución de las desigualdades económicas, políticas y de oportunidades. Las tres están íntimamente ligadas y se retroalimentan. Stiglitz recordó las conclusiones de su libro El Precio de la Desigualdad. La desigualdad genera desequilibrios profundos. En Estados Unidos la segregación en las ciudades está creciendo porque la concentración de la riqueza se ha acentuado. No es cierto que la lucha contra la desigualdad frene el crecimiento. No hay que escoger entre igualdad y crecimiento. Ambos objetivos van juntos. Y mientras mayor sea la igualdad, más sostenible es el crecimiento. Los avances en la lucha contra la desigualdad son el fruto de intervenciones públicas expresas.

Es necesario reducir la desigualdad hoy para no tener más desigualdad en el futuro. En la larga lucha contra la desigualdad, las ciudades pueden hacer mucho en los campos de la educación, la vivienda, la salud, la cultura, la movilidad, los servicios públicos, los espacios verdes, la disponibilidad de internet, bibliotecas, etc.

Siglitz terminó recordando que sólo tenemos un planeta, y que un mundo nuevo es posible siempre y cuando no se deje todo a las fuerzas del mercado.

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