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ANALISTAS

Recentralismo transnochado

miércoles, 3 de septiembre de 2014
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Cuando se va a China o Japón, Estados Unidos y el mismo Brasil, casi se palpa que el concepto de estado-nación está cediendo espacio a las regiones para que estas compitan y se enfrenten a los mercados. No pasa lo mismo en Colombia: el centro sigue tomando y amarrando las decisiones más importantes que afectan a la periferia. 

Es el centralismo agobiante y asfixiante y hasta ofensivo en muchos casos: un alto funcionario del gobierno va a Riohacha, Quibdó, Popayán o Villavicencio y habla a la gente de la importancia de entrar a la Ocde o de la trascendencia de firmar un TLC con Europa y no es que el TLC deje de ser una gran cosa, sino que las prioridades locales son otras. 

Después de defender con todo la carrera para firmar la mayor cantidad de  TLC, la ahora nueva dirección de la Andi dice recapacitar y plantear la necesidad de crear el Ministerio de Industria por no sentirse representada por el de Comercio, Industria y Turismo, cuando lo que se necesita es que ese estado-nación se dedique a lo suyo: infraestructura, salud, educación y mucha seguridad, esto es, crear las condiciones para que las regiones definan su vocación y la pongan en práctica…  Lo demás es asunto de esas regiones. El centro no le puede seguir diciendo a Nariño, Boyacá, Santander, Bogotá, Tolima o Huila hacia donde enfocarse.  Afortunadamente, la Agenda Nacional de Competitividad del presidente Santos lo ha entendido así y la esperanza es que los tecnócratas lo asimilen.

La experiencia no parece favorecer ese optimismo. Inspirado por la tecnocracia que maneja el centro, se infunde la idea, por ejemplo, que  un TLC que se firme tiene que despertar el mismo interés en todas las regiones. Así vendieron el TLC con EE.UU. a Cúcuta, Pasto, Villavo, Cali, Barranquilla e Ibagué. Por el contrario, si hay una inspiración regional del desarrollo, cualquier zona podría determinar que lo importante para ella es abastecer el mercado interno y no buscar el internacional.

Tolima y Huila es buenos ejemplos. Dos economías medianas que representan el 4% del PIB nacional (por encima de la suma de Caldas, Risaralda y Quindío) pero que están muy lejos de Barranquilla y Buenaventura, lo cual hace que el costo del transporte les haga perder competitividad, en tanto que su cercanía del gran mercado bogotano (25% del PIB nacional) les brinda una gran oportunidad frente a otras zonas del país. 

La estructura productiva de cada región del país no se mide ni conoce con las cifras nacionales.  Por ejemplo, en Bogotá más de la tercera parte del PIB es banca y seguros y en Antioquia la industria es solo el 15% igual que el comercio. En el Huila, la construcción es el primero con 20% y le sigue minería y petróleo con 19%. En Tolima, el sector agropecuario es 14% igual que la minería y petróleo y la industria está por debajo del 9%.

Claramente, estos dos departamentos tienen en Bogotá y Cundinamarca a su principal promesa. 

La misma Bogotá tiene sus problemas con el comercio internacional: si no fuera porque el transporte de flores se hace por vía aérea, no tendría competitividad en este renglón. Ello explica el por qué la industria solo representa el 11% de su PIB en tanto que los servicios financieros el 36%. Y de la agricultura ni hablar.  

La poderosa capital del país ha entrado en un proceso de “expulsar” empresas y habitantes. Los problemas de movilidad, las deficiencias en la calidad de vida y los altos costos de operación e impuestos abren las puertas para que compañías produzcan y muchas personas decidan  irse a vivir en el vecindario.  Y en particular el Tolima es una opción que ya hoy es tenida en cuenta por los turistas bogotanos de festivos. (El 70% de los bogotanos que salen a pasear hacia el Tolima). Pero además la tierra de los Pijaos y Panches podría ser una gran despensa agroindustrial para la capital. Y muchas empresas deberían tomar esa opción para localizarse. 

El recorrido vocacional podría hacerse por todo el país y las sorpresas para los tecnócratas del centro serían muy grandes. Meta (ya la quinta economía del país) y Casanare producen el 68% del petróleo, el 30% del PIB de Santander (la cuarta economía) nace en su industria, contrario la creencia general la industria manufacturera de Antioquia (que pierde participación) es solo el 15% de su PIB. Cada región debe impulsar sus potencialidades y sembrar su propio desarrollo. A Boyacá la engañaron con el modelo industrial proteccionista a ultranza como opción de desarrollo.

El prurito de creer que solo desde el centro se toman las decisiones correctas es más una señal de “debilidad resistente” ante la inminencia de pérdida de control burocrático si se deja que las regiones definan su ruta. Así las cosas no funcionan. Creer que una modernización de los impuestos territoriales tiene que inspirarse desde la Dian es uno de esos errores del re-centralismo que vive el país y que va en contravía de lo que está pasando en buena parte del mundo.

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