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jueves, 18 de septiembre de 2014

En la elección más polémica que se recuerde en las altas Cortes, el H. Congreso de la República tuvo a bien escoger al abogado Alberto Rojas como magistrado de la Corte Constitucional.

El Consejo de Estado anuló su elección bajo circunstancias que son de público conocimiento, y ahora estamos frente a la paradoja de que Alberto Rojas está en la carrera para reemplazar a Alberto Rojas. Lo que mi padre llamaba amarrar perros con longaniza. 

Es difícil recordar un consenso más cerrado de los que desde hace rato tenemos ganado el título de indignados con la justicia, que somos la mayoría inmensa de los colombianos, orientado a demostrar, pruebas en mano, que esta elección cantada era un paso más hacia el incontenible descrédito de la administración de justicia.

Sin embargo la aplanadora funcionó y la elección se produjo contra viento y marea, al punto que el mismo gobierno, que quedó untado hasta el cuello con esa elección, no supo manejar el monstruo que él mismo ayudó a crear y se tuvo que resignar con darle una posesión de vergüenza, con la complicidad de la noche, entresacando a los invitados por la puerta maldita de la Casa de Nariño.    

La elección de Rojas no fue un atentado a la ética, que no es un valor de consideración en las altas Cortes actuales ni mucho menos en el Congreso; fue un agravio a la estética. Porque los reportajes, las imágenes y las declaraciones emitidas a lo largo del episodio todo, son francamente de censura triple x.

En otras épocas no tan lejanas, el más leve reparo sobre la conducta de un candidato a magistrado que no se pudiera explicar, automáticamente lo marginaba de la aspiración.

No era para sorprenderse que el abogado Rojas Ríos buscara una nueva oportunidad después de la anulación de su elección. Finalmente la decisión del Consejo de Estado, salvo por la contundente aclaración de voto del conjuez Gabriel de Vega, fue un triunfo para Rojas.

¿Y por qué fue un triunfo? Porque la decisión judicial que anula su elección, pasa por alto y desestima los cargos más graves de la demanda contra su elección, que son los que el país conoció y que dicen de faltas gravísimas cometidas por Rojas contra el decoro profesional.

Pero en el caso de Rojas, frente a las preocupantes revelaciones sobre conductas profesionales muy sospechosas del candidato, los nominadores y los responsables de la elección las pasaron por alto. No por ignorancia ni por permitir que se consumara una persecución política contra un inocente. ¿A quién le interesa montar una persecución política contra un hombre que no está en la política?

Pues Rojas ha vuelto a las andadas, como lo confirma la lista de nominados que lo incluye dentro de los candidatos para reemplazarse a sí mismo. Ese tipo de cosas que solo pasan en Colombia.

Si Rojas tiene la grandeza que reclama para sí, basta con oirlo y uno llega hasta a pensar en su inocencia y en su vocación por la juridicidad, debería declinar de su aspiración y cualquiera de los restantes 40 ternados debería medir sus fuerzas con Martha Lucía Zamora y con Alejandro Linares. Sería una expresión de juego limpio. 

Zamora se abandonó a su suerte manchando su carrera con la mácula de aceptarle un cargo a Petro. Pero está a tiempo de corregir su error y creo sería una buena noticia su presencia en la Constitucional. Saldríamos de la duda de si la doctora Zamora es la jurista que muchos presumimos y si realmente ha sido una víctima más de esa otra cueva que es la Fiscalía General de la Nación, o si, por el contrario, como quiere amagar al subirse en el bus de Petro, lo que necesita es tener un carro oficial.

Por el contrario, Linares no ha estado ni estará en deuda con nadie. Es un hombre decente y capaz que tiene en su haber una práctica profesional lejos de cualquier posible tacha y que ha hecho una trayectoria impecable, como abogado y como hombre de bien.

Qué buena noticia fuera saber que para pasar una de las páginas más tristes de la historia judicial colombiana, los nominadores y los electores piensan en la urgente necesidad de recobrar la dignidad de la administración de justicia y postulan y escogen un candidato que se parezca más a Linares que a Rojas. En subsidio, como se expresa en el lenguaje procesal, que sea Zamora.