En la esencia misma, las organizaciones de una u otra forma, transmiten elementos de la responsabilidad social, es decir su misma naturaleza y los principios que las rigen expresan de manera tanto implícita como explícita componentes que están en la agenda mundial, como por ejemplo lo expresado por el Global Compact de la ONU en las cuatro áreas que se deben tener en cuenta para el desarrollo de su estrategia socio-empresarial, estas son: derechos humanos, medios ambiente, lucha contra la corrupción y las relaciones laborales.
La (RSE) obedece a una actitud frente a las situaciones difíciles que afectan al mundo por consiguiente esta debe estar inmersa en los procesos del direccionamiento estratégico a la hora de implantar por ejemplo un sistema de gestión de la calidad, un sistema de información, un programa social o ambiental, un plan de riesgo, un programa de incentivos, un diagnóstico participativo o una estrategia organizacional.
Como bien lo plantea la red internacional: “la RSE es una nueva forma de hacer negocios, en la que la empresa gestiona sus operaciones en forma sustentable en lo económico, social y ambiental, reconociendo los intereses de distintos públicos con los que se relaciona, como los accionistas, los empleados, la comunidad, los proveedores, los clientes, considerando el medioambiente y el desarrollo sustentable de las generaciones futuras.
De acuerdo además con los planteamientos de El Libro Verde (2002), la RSE es entendida como la integración voluntaria de las organizaciones a las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus interlocutores.
Hoy en día, son muchas las organizaciones que incluyen de manera voluntaria dentro de sus acciones de trabajo y razón de ser, actividades orientadas al beneficio colectivo de la humanidad y más específicamente de la sociedad en la cual están inmersas, dichas actividades son conocidas también como RSE. Teniendo en cuenta la coyuntura de nuestro país en el plano humanitario hay diversos casos de prácticas sociales con una intensión verdadera hacia la construcción del tejido social, estos casos se pueden visibilizar en el plano de la violencia, los riesgos naturales, la corrupción, la vulneración de los derechos humanos en cualquier ciclo vital individual, la política entre otros.
Hay que puntualizar que ser socialmente responsables no significa solamente cumplir plenamente con las obligaciones jurídicas, sino que se debe de ir más allá de su cumplimiento, por lo que se requiere invertir más en el capital humano, el entorno y las relaciones con los interlocutores. La experiencia adquirida con inversiones en tecnologías y prácticas comerciales respetuosas del medio ambiente está sugiriendo que ir más allá del cumplimiento de la legislación puede aumentar la competitividad de las empresas. (Libro Verde, 2002).
Actualmente y debido a que las organizaciones enfrentan los nuevos retos del entorno y en particular los del mercado interno, se está aumentando el convencimiento de que la RSE puede tener un valor económico directo. Aunque se puede decir que la responsabilidad principal de las organizaciones consiste en generar beneficios, pueden contribuir al mismo tiempo al logro de objetivos sociales y medioambientales, integrando la responsabilidad social como inversión estratégica en el núcleo de su estrategia empresarial, sus instrumentos de gestión y sus actividades.
Para algunas organizaciones de la actualidad y que están prestando una atención adecuada para los aspectos sociales y medioambientales, señalan que tales actividades implican una mejora en sus resultados y generan crecimiento, desarrollo integral y mayores beneficios.
Sigamos en la sintonía de querer aportar al desarrollo integral de las naciones, a través de una gestión coherente a nivel organizacional: seguimos en la construcción!
