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EDITORIAL

Popularidad, activo para transformar la sociedad

miércoles, 1 de marzo de 2017
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De nada vale la alta popularidad de un político o funcionario si su imagen no se gasta en obras y ejecuciones que muchas veces son impopulares

¿De qué le vale a un político de ámbito nacional, regional o local, una alta popularidad, favorabilidad o buena imagen? ¿Para hacerse reelegir de manera indefinida? ¿Para aumentar su red social? ¿Para influir? ¿Para ser el epicentro de la burocracia? La respuesta no es otra distinta a todas las anteriores, pues políticos y funcionarios públicos funcionan con el combustible que les otorga la opinión pública en términos de imagen o reputación. Invamer Gallup acaba de publicar su estudio bimensual, que realiza desde 1992 en el cual ausculta la percepción de los colombianos sobre los temas más neurálgicos, la favorabilidad de los mandatarios, y lo más importante, es que responde a la inquietud si en el lapso estudiado las cosas van bien o mal, medido como el nivel de incertidumbre, pesimismo u optimismo sobre la coyuntura nacional. Los resultados que hoy se publican en nuestro diario muestran que el Ejecutivo en general danza en medio de los peores índices de favorabilidad o aprobación, el mismo Presidente como todos sus ministros no cuentan con una gran calificación; en términos generales la opinión sobre su desempeño no es la mejor (es bastante mala), algo que no es nuevo máxime cuando los gobiernos no populistas se han desgastado durante varios años y tienen a sus espaldas el Sol de sus últimos meses. Más allá de si es baja o alta la percepción de su gestión pública, es determinante evaluar técnicamente la calidad, temporabilidad y pertinencia de las políticas ejecutadas en cada sector. Todos los ministros son grandes desconocidos y no cuentan con altas favorabilidades, un insumo preocupante a la hora de gobernar y para sus carreras públicas futuras, pero más allá de esos malos resultados, es clave determinar en dónde ponen sus intereses los gobernantes, que no debe ser distinta a la de gastarse la mucha o poca popularidad en gestiones en beneficio de sus gobernados. De qué valen un millón de seguidores en Twitter, miles de likes en sus comentarios en Facebook, un 90% de aprobación si las ejecuciones son muy pobres. La historia está llena de mandatarios con grandes porcentajes de aceptación y con sus países, municipios o gobernaciones en la ruina o capturados por los corruptos. La popularidad es para gastársela, es para ejecutarla en obras e iniciativas que muchas veces son impopulares, pero que al largo plazo transforman las sociedades. En el llamado Gallup Poll genera una gran alerta como el principal problema del país no tiene que ver con la tradicional delincuencia u otros aspectos como la salud, el transporte o la economía, sino que ahora se profundiza en la opinión pública la gran preocupación de la corrupción, y eso es una realidad que nos alegra, pues ese flagelo que ataca a privados y públicos y que se ensaña con los dineros públicos era y es un cáncer silencioso al que nadie le ponía atención. Es absolutamente necesario que los políticos y funcionarios asimilen lo que dicen los estudios de opinión pública.

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