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ANALISTAS

Petróleo cafetero

domingo, 30 de agosto de 2015
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Era la tarde del viernes 7 de febrero de 1992 cuando en mi segunda clase de economía en la Javeriana, el profesor, Vincenzo Brigante, nos hizo analizar el momento histórico que se estaba viviendo al romperse el pacto cafetero que durante casi 30 años dio a los países productores el manejo de cuotas de producción para mantener un precio favorable. El pacto había entrado en crisis desde 1989 pero solo hasta la reunión de la Organización Internacional del Café en ese febrero de hace 23 años, el fin del pacto se quedó sin reversa. 

 Lo acontecido, como lo explicó hace dos años a una revista de circulación nacional el que fuera gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, Jorge Cárdenas Gutiérrez, padre del actual ministro de Hacienda, se debía en parte a la posición de los Estados Unidos al darle paso a las recomendaciones del Consenso de Washington, propiciando la reducción del Estado y generando así crisis en todos los acuerdos como el cafetero, dando paso a la hegemonía del mercado. 

En aquella clase debatimos sobre las causas y lo que eso implicaría para la economía nacional. Lo que más debatimos fue acerca de la gravedad de depender exclusivamente de un producto estrella. Algunos de los pronunciamientos del Gobierno y de las declaraciones de los industriales de entonces que se hicieron tras la caída del pacto, daban cuenta de que se había aprendido la lección: nunca más Colombia debería poner todos los huevos en la misma cesta, pues la mono dependencia crea vulnerabilidades difíciles de manejar tanto en la micro como en la macroeconomía nacional. 

La historia, lamentablemente, nos dice que no aprendimos la lección. Sin decir que Colombia es un país petrolero, depositamos la fe en los ingresos petroleros a unos precios que no veremos. El crudo, una vez más por cuenta de las decisiones del país de siempre, bajó de precio, pues además de la continua producción de diversos países, con tanto fracking de Estados Unidos y las implicaciones en la oferta que traerá el acuerdo nuclear con Irán, sumado a otras variables de geopolítica internacional, ha hecho que las proyecciones sobre su precio bajen y, que el presupuesto con el que el Gobierno elaboró el Plan Nacional de Desarrollo 2014 - 2018 no se cumplirá, lo cual tiene al DNP y al Minhacienda haciendo nuevos cálculos y re ordenando las inversiones de cara, al “anhelado post conflicto”.

La ecuación económica del Gobierno para el “nuevo país” no es fácil. El precio del dólar alto supondría además que las exportaciones han respondido positivamente, pero el resultado acumulado a la fecha es otro. El viernes pasado el presidente, Santos invitó desde el Congreso de la Andi a ver al dólar alto como una oportunidad para la producción industrial de cara a nuevos mercados, pero sabemos que eso puede tardar (o no llegar) si no se hacen las inversiones necesarias y se toman las decisiones adecuadas desde el ámbito productivo y por supuesto, desde el mismo Gobierno.

Para un país diferente, se requieren políticas diferentes. No más de lo mismo. No más mono dependencias. En este escenario emerge un planteamiento desde varios rincones del planeta, y es el desarrollo sostenible, el crecimiento verde, el modelo de responsabilidad de las empresas del sistema B (B por “best”), y los demás desafíos a los que nos retan los principios de la cumbre del clima en París en este próximo diciembre, la COP 21. 

Es claro que hay mucho por hacer, y en esto es necesario que el país entero aprenda las lecciones para no repetir la historia.
 

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