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Analistas 27/06/2015

Perdiendo la capacidad de asombro

Javier Villamizar
Managing Director
La República Más
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Para los que pertenecen a lo que en algún tiempo se llamó la “Generación X”, el progreso tecnológico del mundo en los últimos años ha marcado de manera importante sus vidas. ¿ Cómo olvidar la evolución de los discos de acetato de 33 y 45 revoluciones a los casetes y a los CD’s, que de la noche a la mañana fueron suplantados por los “MP3” y la distribución digital de la música? De igual manera, en menos de 20 años pasamos del vídeo casero VHS, al DVD, al Blu-ray para llegar al consumo de contenido a través del internet con plataformas como Netflix, Youtube o Hulu. Y así podría seguir enunciando múltiples ejemplos donde hemos pasado de tratar de entender para qué sirve un dispositivo o una tecnología para años mas tarde empezar a demandar una mayor funcionalidad. Hemos adoptado la tecnología y la hemos hecho parte de nuestro día a día, sin detenernos a pensar que cada circuito integrado que soporta nuestros dispositivos electrónicos está fundamentado en la tecnología de semiconductores que científicos como William Shockley desarrollaron en la década de los cuarenta. Cada computador o teléfono móvil que utilizamos y en ciertos casos reemplazamos una o dos veces al año tiene millones de transistores que trabajan en conjunto para permitir su funcionamiento, transistores que cuyo funcionamiento hace menos de cien años era simplemente una teoría científica.

El 25 de marzo, la Nasa anunció que el vehículo explorador “Opportunity” ha hecho historia una vez mas al haber completado su primer maratón en Marte, en un tiempo de aproximadamente 11 años y dos meses. El “Opportunity”, uno de los dos vehículos enviados a Marte en 2004 para una misión de apenas tres meses, continúa en marcha y ha proporcionado interesantes descubrimientos científicos, como evidencias de ambientes con agua líquida en el planeta. Hace unos días, la agencia especial europea (ESA) sorprendió al mundo con otro logro sin precedentes, el robot “Philae” que fué transportado por la sonda europea Rosetta a una histórica cita con el cometa Churyumov Guerasimenko, a 400 millones de kilómetros de la Tierra, al término de más de una década y 6.400 millones de kilómetros de recorrido interplanetario, que costó 1.300 millones de euros, se reportó y comenzó a enviar información científica. Los científicos de la ESA controlan los movimientos de la sonda Rosetta y del robot Philae a través de señales de radio que tardan mas de 20 minutos en alcanzar su destino. 

Cualquiera de estos acontecimientos científicos mirado en detalle es una demostración de los alcances de la tecnología creada por el ser humano en los últimos cien años en este mundo donde nuestros hijos, que han crecido expuestos a la ciencia ficción y a las creaciones de Hollywood, desafortunadamente al mismo tiempo han estado tan acostumbrados a oír sobre hitos científicos y tecnológicos que simplemente han dejado de sentir asombro. Deberíamos sentir tristeza por el niño que no se asombra, por el niño precoz que debido a su exposición continua a la tecnología ha acelerado su maduración y no se sorprende con lo que le rodea.

Esta realización de que las nuevas generaciones han completamente perdido esa capacidad de asombro nos hace también pensar en el porque nuestros niños sólo se entretienen y ya no juegan. A través del juego se puede desarrollar la capacidad de descubrir creativamente el mundo, en lugar de esto los jóvenes de hoy que pasan innumerable horas en frente de sus consolas de vídeo, están metidos en un maquinismo en exceso perjudicial, centrado en la imitación de la violencia y el poder de destrucción a través de un botón.

La sociedad actual de manera indirecta ha contribuido a que la ingenuidad y la inocencia, factores claves para desarrollar la capacidad del asombro, sean vistas como defectos o debilidades en el proceso de aprendizaje. Somos curiosos por naturaleza, y el dejar de asombrarnos y sorprendernos es un síntoma de que algo está fallando. Es una demostración de que de una u otra manera hemos empezado a perder una parte de nuestra ilusión, algo que tanto padres como maestros deberían tener en cuenta en la educación de las nuevas generaciones. 

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