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EDITORIAL

No es momento de pelear por Hidroituango

miércoles, 6 de junio de 2018

Con el paso de los días, autoridades locales y regionales en Antioquia han pasado del amor al odio por el tema de la represa, no es momento de pelear

Editorial

El presente y el futuro de Hidroituango no es muy claro, situación que no solo debe preocupar a los antioqueños, sino a todos los empresarios, pues en el feliz desarrollo y finalización de esta obra pública están basadas las proyecciones de generación eléctrica para los próximos años; una manera de espantar el apagón que siempre ronda la economía local desde la década de los 90. Sea el momento de insistir que la hidroeléctrica antioqueña estaba pensada para generar 2.400 megavatios, cerca de 18% de toda la oferta eléctrica del país y que por su tamaño deberían haber tenido en cuenta de manera estricta los factores críticos de éxito como son los impactos sociales, ambientales y todos esos riesgos financieros asociados a la solidez de los constructores, a las entregas, a los cierres y todos esos pasos que requiere dar una obra de tal magnitud. La crisis en la que estamos metidos todos los colombianos es grave y hace pensar en los futuros planes de expansión eléctrica, si son renovables mucho mejor. Esta debe ser la primera enseñanza que nos deja hasta el momento la crisis de Hidroituango, que se apuren los proyectos de generación basados en geotérmicos, biomasas, agua, viento y sol, además de sugerir repotenciación de las hidros existentes en el país.

El otro problema que le ha salido a la trama de Hidroituango, durante las dos últimas semanas, son los cruces de informaciones conflictivas entre las autoridades locales y regionales en Antioquia, que flaco favor le hacen al proyecto y a la solución de los problemas, pero que inciden de manera nefasta en la percepción de la gente involucrada, empezando por los habitantes de las zonas que se han tenido que desalojar veredas, corregimientos y pueblos enteros para evitar pérdidas humanas que hasta la fecha no se han registrado.

Aún el grave problema suscitado por exceso de lluvias, los derrumbes o muchos otros asociados con la mala planeación ambiental de la megaobra, no ha pasado de la evacuación y control por una inminente catástrofe diagnosticada por expertos; falta la etapa más complicada que es evaluar los costos y sobrecostos de la penosa situación de una obra insigne, que pasó de ser una de las más admiradas en la región a una de las más mal planeadas, pues si hubiese sucedido lo contrario, habría entrado en operación a fin de este año, tal como se había previsto desde sus inicios. Tanto los alcaldes de los municipios implicados; las gerencias de las empresas oficiales; así como la autoridad gubernamental de esa región, debe retomar el control de sus palabras, desescalar sus agresiones y trabajar en equipo para evitar que la opinión pública los vea divididos y tome partido por alguno de los bandos. Es un hecho que el manejo de la crisis de Hidroituango empezará a ser parte de los casos de estudio de cómo no se ha manejado adecuadamente la situación, pues sus socios han decidido informar cada uno por su lado sobre lo que está ocurriendo en la zona. Lo primero que debieron hacer los responsables fue ponerse de acuerdo entre socios; no tomar decisiones individuales; pensar en la región y en sus gentes, y luego, enfrentar las críticas necesarias unidas y con el mensaje contundente de que todo va a evolucionar para bien. Por fortuna, nada que lamentar ha ocurrido más allá de las millonarias pérdidas, pero no todo puede verse desde la tragedia humana o material, también existe una autocrítica profesional.

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