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miércoles, 2 de julio de 2014

Sólo por el Ministerio del Interior han pasado ya seis ministros diferentes desde que el presidente Ollanta Humala llegó a la Casa de Pizarro (Palacio de Gobierno), lo que genera interrogantes en torno a la verdadera situación de la nación suramericana. ¿Cómo explicar los reiterados movimientos en las carteras ministeriales peruanas?

En primer lugar, y es bien importante insistir en ello, no se ha observado un momento de crisis aguda desde hace varios años en Perú que pueda haber motivado el reiterado cambio de ministros.

 Ello hace pensar que las decisiones de relevar a los titulares de las carteras obedecen más a una estrategia de gobierno que a la necesidad de zanjar distancias o recomponer rutas de acción favorables a las directrices del plan de desarrollo. Esto aunque un sector de la oposición se haya empeñado en buscar maneras para demostrar que los cambios se dan por fracasos en la actual administración.

De otro lado, los tres cambios más recientes pueden ser leídos bajo la óptica de consolidación de procesos iniciados un par de años atrás y que no detendrán su rumbo. Esto lo confirma un editorial del diario La República de Perú, escrito la semana anterior, y que desarrolla unas líneas lo suficientemente convincentes sobre la continuidad de los programas.

Además, al entrar en contacto con personalidades conocedoras de lo que se desarrolla en los ministerios, no parece haber grandes preocupaciones sobre el futuro del país. 

Tal vez las mayores inquietudes se presentan con el Ministerio del Interior que, como es conocido, se ocupa de temas profundamente delicados, tales como la seguridad, e instituciones como la policía.

Pero a pesar de esta positiva visión, casi generalizada, es importante detenerse en detalles que pueden generar dudas frente al tema analizado. 

Un empuje fuerte e importante debe darse en el Ministerio de Educación. Urge la necesidad de reformar el sistema. Al igual que en Colombia, los resultados de las pruebas Pisa dejaron a Perú en una posición indeseable. 

Aunque el pobre desempeño de los alumnos evaluados obedece, sin duda, a que el país se mantiene bajo una gran contradicción. Las cifras económicas son alentadoras, el crecimiento del país se mantiene, su dinámica industrial y empresarial hace que se siga creyendo en Perú como destino llamativo para las inversiones. 

Sin embargo, los cuadros de desnutrición en los chiquillos que van a la escuela no desaparecen, la falta de coherencia institucional entre las fases de la escolaridad no permite que se alcancen resultados óptimos, y las sombras de la corrupción en muchos de los procesos siguen presentes.

Existe una contradicción inevitable en Perú. Todo indica que no se trata de una crisis, ni que la rotación ministerial obedece al fracaso en la actividad de quienes venían hasta la semana anterior al frente de las carteras de Transporte y Comunicaciones, la Cancillería y del Interior. 

Sin embargo, los resultados alcanzados hasta ahora son lo suficientemente débiles para forzar una rotación que termina sorprendiendo a todo aquel que desea entender cómo es que Perú continúa su proceso de consolidación de las instituciones políticas y económicas. 

Por lo pronto, los indicadores macroeconómicos siguen estando en posición favorable y con ello el país se ayuda a proyectar una imagen positiva. No obstante, algunas realidades bastante negativas.

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