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No sólo con azadón se desarrolla el campo…

sábado, 1 de agosto de 2015
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Cuando el presidente de la República, Juan Manuel Santos, me encomendó -hace un año- la responsabilidad de ayudarle, como parte de su equipo de Gobierno, a transformar el campo en un sector productivo y rentable, una de las tareas que nos propusimos en el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, fue la de eliminar los cuellos de botella que impedían el acceso al financiamiento y a las ayudas que el Gobierno destinaba a los productores del campo.

Los esfuerzos que hicimos durante este año en simplificación de líneas de crédito y los requisitos para su acceso ante la banca, han dado sus primeros frutos. Hoy en día, cualquier empresario del campo puede acceder a financiar sus necesidades de capital de trabajo a través de otras alternativas que antes eran un imposible. Como en los restaurantes, la banca está ofreciendo desde líneas de créditos rotativos, hasta agrofactoring o tarjetas de créditos para agroinsumos. Para financiar créditos de inversión, el Banco Agrario dispone de varias líneas de créditos con plazos de hasta 15 años, ligadas a un seguro agrario (subsidiado) y respaldo de la deuda a través del Fondo Agropecuario de Garantías (FAG), permitiéndole obtener mejores condiciones de amortización de sus cuotas y mejor tasa de interés. Este año hemos fijado una meta de colocación de créditos por un monto de $7,5 billones, de los cuales ya hemos ejecutado más de 50%. 

El crecimiento de los desembolsos a través del Banco Agrario supera 110% en número de operaciones y 40% en el valor, respecto al primer semestre del año 2014. A la fecha reportamos un balance muy positivo con irrigación de recursos a través de Finagro por $3,88 billones, beneficiando cerca de 110.000 proyectos, de los cuales más de 95.000 son de pequeños productores.

En el Gobierno somos consientes que la internacionalización de la economía es un proceso creciente que toca todos los negocios, cualquiera que sea el sector al que pertenezcan. Como consecuencia de este fenómeno, en nuestro país, todos los días aparecen nuevos competidores y se hacen disponibles tanto fuentes de oportunidades como competencias de países en los que hasta hace poco no habríamos pensados. 

Para enfrentar este proceso, pusimos al servicio de nuestros productores del campo unos instrumentos de ayudas direccionados a reducir los costos de producción y aumentar los rendimientos por hectárea en sus proyectos productivos. Para ello, asignamos este año un presupuesto de $348.000 millones en Incentivo a la Capitalización Rural  (ICR), con el fin de subvencionar hasta en un 40% la mecanización de los cultivos y la ganadería, las inversiones en pozos profundos, presas y canales de riego, los costos en siembras nuevas y renovación de aquellos cultivos que superen un periodo improductivo de dos años y los programas de silvopastoreo. También dispusimos una partida de $27.000 millones para subsidiar los costos de las coberturas cambiarias y de precios de las cosechas y así reducir el riesgo de los productores frente a la volatilidad de la tasa de cambio y los precios internacionales de los comodities.

Otro factor no controlable al que estamos haciendo frente es el cambio climático. A través del Fondo Nacional de Riesgos Agropecuarios hemos dispuesto un monto de  $34.000 millones, para subvencionar hasta en un 80% el costo de la póliza del seguro que tomen nuestros productores del campo contra riesgos climáticos. 

Y uno de los logros más importantes es que muchos de los pequeños agricultores y ganaderos de Colombia, que durante años se encontraban agobiados por la imposibilidad de pagar sus deudas en el sistema financiero, fueron sujetos de un programa nacional de normalización de cartera con el que pudimos generar una nueva oportunidad a más de 135 mil personas dada la ampliación de los plazos para el pago de sus obligaciones, hasta por 10 años, logrando así que nuestros pobladores rurales tengan un nuevo amanecer en el campo colombiano.
 

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