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ANALISTAS

Marchas y contramarchas

miércoles, 26 de noviembre de 2014
La República Más
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En esta semana debe comenzar la discusión sobre la reforma tributaria  y, probablemente, antes de que termine la actual legislatura, estará aprobada.

Nuestro artículo de la semana pasada analizaba los antecedentes de esta reforma y cómo, así sea aprobada, parece inexorable otra   elevación de impuestos en 2015 pues la actual se va a quedar corta. O un incremento de los niveles de endeudamiento flexibilizando la llamada “regla fiscal”.

Según Fedesarrollo, aún aprobándose la reforma actualmente en discusión, quedará un hueco anual del orden de $10 billones anuales de 2015 en adelante.

Pocas reformas tributarias como la actual han sido objeto de tantos bandazos  y de tantas marchas y contramarchas. Hagamos un sucinto recuento de cómo se ha ido cocinando:

• A diferencia de lo que sucedió en Chile donde la señora Bachelet desde el comienzo de la campaña anunció  con gran transparencia que de ser elegida tramitaría una reforma tributaria como  efectivamente sucedió (todos los chilenos supieron a qué atenerse) entre nosotros, durante la campaña, el tema de la reforma tributaria pasó con piadoso silencio. De ella solo vino a hablarse cuando ya se habían cerrado las urnas.

• Inicialmente se dijo que no había necesidad de una reforma tributaria; luego se rectificó ese punto de vista al anunciarse que había un déficit de $12,5 billones en el presupuesto de 2015 que había que llenar.

• Enseguida se rectificó lo anterior, diciendo que la reforma se necesitaba ya no solo para el faltante de 2015 sino para el periodo  2016-2018. O sea, el gobierno, contra lo que había dicho en un principio, terminó encapsulando dos reformas tributarias en una.

• Cuando se planteó la nueva escala del impuesto al patrimonio se habló de que ella comenzaría para personas naturales en los $700 millones; pero ante el chillido general, en menos de 24 horas, se volvió a subir a $1.000 millones la base del tributo.

• Frente el reclamo de algunos sectores políticos de que el gobierno estaba gastando mucho -en menos de 48 horas- el Gobierno voló a modificar el proyecto de presupuesto que acababa de presentar, reduciéndolo en dos billones en gastos generales que adicionó a la  inversión. Lo que está bien desde luego. Pero que da una idea de la precipitud con que había sido preparado el presupuesto de 2015, que en menos de 48 horas recibió un cambio  tan importante.

• Ante la propuesta del sector gremial de que se canjeara el impuesto al patrimonio por una sobretasa a las utilidades, el gobierno acogió la carne y deshechó el hueso: dejó vivo el impuesto al patrimonio (ahora denominado chocantemente “impuesto a la riqueza”) pero le impuso una sobretasa al Cree que, ahora, inclusive, se quiere subir a 9 puntos.

• No se ha dado una respuesta seria a la inquietud de cómo influirá sobre las proyecciones fiscales del país la caída de 25 % en el precio del petróleo; ni si son ciertas o no las advertencias de entidades como Fedesarrollo de que después de esta reforma vamos para otra el año entrante. Da la impresión de que el gobierno quiere sacar como sea esta reforma antes del 31 de diciembre, y que después...” ya veremos”.

• Empieza a flotar en el ambiente que la única manera para evitar una nueva reforma tributaria el año entrante sea recurriendo al relajamiento de la regla fiscal que permite la ley cuando cae el precio de los productos básicos. Mediando un concepto de  expertos  independientes se puedan flexibilizar los techos del déficit permitido. 

Sobre este asunto tan delicado también sería bueno que el Gobierno hiciera claridad.

• Y, por último: el Gobierno le ha dicho a los gremios que no es necesaria una reforma estructural el año entrante. Sin embargo, se crea una comisión en el texto de la reforma para ese efecto. ¿Para qué entonces dicha comisión?

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