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lunes, 20 de octubre de 2014

Lo que desconocen estos ilustres votantes es que a todos los que venimos de otras ciudades, Bogotá nos duele incluso más que a ellos mismos, culpables eternos y únicos del triste atraso y caos de nuestra capital colombiana.

Es sorprendente el alcance de algunas campañas denigrantes que se han construido a partir del innecesario rencor que le apunta a más de 35% de habitantes de otras ciudades que han venido a Bogotá a vivir, estudiar, buscar alternativas laborales y por qué no, tratar de ayudar a construir una ciudad más dinámica, equitativa y sobre todo estable. 

El alcance ha sido tal, que cada denuncia, critica constructiva o aporte desde los diferentes enfoques, han intentado ser silenciados con frases como: “¿y qué esperan para irse de la ciudad?”.

Lamentablemente, Bogotá, la ciudad que a muchos nos ha cobijado con cariño inmenso, con grandes oportunidades, con grandes satisfacciones y por qué no, con amigos entrañables, familiares, esposas, hijos y demás, pareciera no tener dolientes ni responsables por la eterna ineficiencia e ineficacia de las administraciones de las cuales algunos de sus mismos habitantes han sabido impulsar para generar el invaluable deterioro a la que está sometida hace más de 14 años.

Si estos mismos respetables oriundos de esta gran ciudad, enfocaran el alcance que sus redes sociales les dan para proponer con sentido y criterio alguna mejora para la capital y dejaran de creer que la razón primordial de su inestabilidad depende de los otros colombianos que ocupan un lugar en su territorio, la historia sería diferente. 

Las urnas, por lo menos, se llenarían de razones coherentes antes de depositar un voto, el sentimiento a favor de la ciudad que tanto quieren se reflejaría en sus actuaciones detrás de un volante, a la hora de lanzar basura a la calle, a la hora de no saludar a su vecino y a la hora de no guiar eficientemente a quien está perdido.

El problema de Bogotá, además de pasar por la ineficiencia de sus gobiernos, el deterioro de sus sistemas, los eternos problemas de movilidad, el incremento en los índices de violencia, la falta de acceso a la educación y la perdida diaria de la esperanza, radica en sus habitantes, en su compromiso, en su aporte social por no ser indolente frente un robo, una injusticia o la respuesta amable de un simple saludo.

Los gobiernos y sus administraciones son un claro resultado de esa indolencia cívica a la que nos estamos enfrentando diariamente desde los sucesos más simples y que requieren nuestro urgente aporte. 

No justifiquemos el problema de la ciudad con la terquedad de nuestro burgomaestre, los estudios inoficiosos para la construcción de un metro fantasma, la falta de iluminación pública, los incrementos en los índices de subdesarrollo, los millonarios desfalcos en obras públicas, la movilidad, etc.

Todos somos responsables del futuro de la ciudad, nativos, foráneos, creyentes y no creyentes, todos hacemos parte de la triste indolencia capital que está desmoronando cualquier esperanza de construir una ciudad desarrollada, igualitaria, educada y amable.

Bogotá debe ser más que buenos restaurantes y oportunidades, Bogotá es realidad, historia, arte, cultura. Esas realidades no dependen bajo ningún esquema del “accidente” histórico que deshumaniza a la ciudad. #BogotáHumana. Esas realidades dependen de usted y de mí, de que cada mañana nos saludemos amablemente y critiquemos con determinación lo que deba ser, pero también que exaltemos justamente las bondades de esta tierra maravillosa que ha visto el éxito de nuestra historia.