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domingo, 14 de mayo de 2017

Hace un par de décadas los líderes tecnológicos eran Estados Unidos, China, Japón y Alemania. En el caso particular de Estados Unidos se crearon modelos de desarrollo tecnológico agrupados por regiones teniendo como epicentro una ciudad. Así nacieron los clusters y hubs alrededor de los cuales empezaron a crecer las economías locales, y a desarrollar zonas geográficas caracterizadas cada una por desplegar un sector de tecnología, como es el caso de los conocidísimos Silicon Valley y Blue Valley. Al mismo tiempo las economías de América Latina empezaron a recibir fuertes impulsos de sus gobiernos, quienes mirando los ejemplos de los hubs en otras partes del mundo, especialmente los doce hubs de California, se dieron a la tarea de aplicar esos modelos y abonar todo el terreno para atraer inversión. Diez países de Latinoamérica han suscrito acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y otros países, fortaleciendo las políticas de I+D (Investigación y desarrollo), al igual que la normativa de propiedad industrial.

La suma de estos factores, hicieron que desde hace aproximadamente cinco años, la mirada de los capitales semillas y la inversión extranjera esté en economías en desarrollo como Latinoamérica, una zona que particularmente, representa un mercado propicio para desarrollar tecnología, por su bajo costo de mano de obra, la gran cantidad de instituciones educativas, el alto número de graduados en carreras tecnológicas y especialmente, la fácil accesibilidad de rutas aéreas al continente desde cualquier parte del mundo. 

El caso de Bogotá merece especial atención, ya que ha sido catalogada como uno de los nueve hubs tecnológicos del mundo con más desarrollo y visión, al lado de los hubs de Bangalore, Dublín, Amsterdam, Lisboa, Nairobi, San Petesburgo y Estocolmo. La capital colombiana tiene más de 115 instituciones de educación superior, de las cuales se gradúan 100.400 profesionales técnicos al año. Adicionalmente, el gobierno colombiano ha creado incentivos tributarios de exención a la inversión extranjera de 175% a los proyectos de innovación y tecnología que se desarrollen en el territorio nacional, esto sumado a que este es un país con más estabilidad política y económica de la región después de Chile, al igual que es la puerta del continente latinoamericano.

Ahora bien, el buen clima de innovación tiene que ir de la mano con fuertes y buenas normas de propiedad industrial. De nada sirve producir innovación, si esta no puede volverse un activo tecnológico. Los términos de los procesos de concesión de las patentes, modelos de utilidad, diseños industriales, circuitos integrados y variedades vegetales, tienen que ser cortos y expeditos. Los trámites deben ser más efectivos y menos formalistas. De igual forma, las acciones de infracción y el restablecimiento de los derechos por la demora injustificada en el trámite, son aspectos que se han fortalecido con la firma de los diferentes tratados de libre comercio. En el caso especial de Colombia, se puede decir que la legislación de Propiedad Industrial cumple con los estándares que le aseguran a la inversión extranjera cortos tiempos en los trámites y fuertes medidas de protección de los derechos. 

Buenas políticas de innovación, sumadas a modelos de emprendimientos con la garantía de fuertes normas de propiedad industrial que cumplen con los estándares de legislaciones de países como Estados Unidos, garantizan que Latinoamérica es el continente con mayor proyección tecnológica en el que vale la pena invertir, llevando capitales semilla, produciendo tecnología y protegiendo los activos intangibles a través de sus sistemas de propiedad industrial.