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EDITORIAL

Los duros coletazos del renacer terrorista

martes, 20 de junio de 2017
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Para los terroristas las víctimas son secundarias, su objetivo es dar miedo, afectar el consumo y de paso lastimar la maltrecha economía

Editorial

A los terroristas no les importan las vidas humanas que dejan tras su paso con bombas cobardes en baños de mujeres; para ellos las víctimas solo son azares de una guerra sin cuartel contra una sociedad a la que quieren dominar a través del miedo. Lo sucedido en el Centro Comercial Andino de Bogotá es otra muestra fehaciente de la cobardía de los enemigos de la paz -de la paz de todos sin distingos políticos- de esos que no quieren dejar vivir tranquilos a los colombianos, quienes poco a poco se iban acostumbrando a que los actos de terrorismo demencial eran sucesos del pasado. Los terroristas hacen de su cobardía un instrumento mortal que se agazapa en el anonimato, la oscuridad, el tumulto y las redes sociales para lanzar sus proyectiles contra personas indefensas que no juegan ni tienen roles en su ajedrez de odio o resentimiento o venganza.

La guerra interna padecida por los colombianos desde hace casi seis décadas se niega a desaparecer y resucita con actos como el del fin de semana pasado que dejó tres mujeres muertas y varios heridos. El hecho es devastador en vidas y muy dañino para la economía a través del consumo que se había erigido como uno de los pilares de la economía en los últimos años. Si atendemos las cifras de aporte de ese sector al grueso de la economía, tenemos que su aporte de 8,23% es tan importante como el de la agricultura que es de 6,04% o la construcción de 7,38% y que por el peso de las altas tasas de interés se había afectado y venía de capa caída. Un hecho terrorista como el ocurrido en el Andino es más que lamentable y pesará en las cuentas de las empresas dedicadas al consumo y la diversión.

Los consumidores colombianos se habían refugiado durante varias décadas en los centros comerciales para huirle a la inseguridad de las calles, y en esos lugares encontraron casi todos los bienes y servicios, sin exponerse a los ataques de los grupos armados y narcotraficantes que se habían tomado casi todos los espacios públicos en las décadas pasadas; este terrible suceso en Bogotá genera miedo que puede llevar a que muchos consumidores castiguen a las víctimas silenciosas -los empresarios del consumo- como si tuvieran la culpa del terrorismo. Si no hay consumidores, las tiendas y los restaurantes deben despedir empleados, y así las cosas los terroristas logran su objetivo de desestabilizar más al país, que bien golpeado en lo económico anda por estos meses del año.

Para que esto no ocurra, que el miedo aleje a los consumidores de los centros comerciales, las autoridades locales y nacionales deben dar resultados contundentes en atajar el problema del terrorismo capturando a los responsables, al tiempo que deben brindar la seguridad en los espacios públicos. Si no hay resultados rápidos y efectivos contra los terroristas responsables, el miedo seguirá creciendo y los políticos oportunistas seguirán sembrando incertidumbre, es por esto que todo depende de los gobernantes y de los policías quienes están obligados a dar resultados. Entre tanto los consumidores deben rodear a los comerciantes siguiendo sus costumbres sin mayores traumatismos. Sólo de esta manera, los terroristas no se saldrán con la suya, se aminorarán los impactos de la violencia y el consumo volverá a ser uno de los motores de la economía, máxime en el segundo semestre cuando afloran las ventas de fin de año.

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