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lunes, 22 de agosto de 2016

El temor a lo desconocido, el asco, el preconcepto, el prejuicio y el “deber ser” resultaron evidentes. Es cierto, es muy difícil desde ciertas posiciones entender que haya personas que en pleno ejercicio de su libertad hayan voluntariamente decidido vivir en la indigencia. 

Es más fácil tratar encontrar razones ajenas a la voluntad individual que justifiquen una situación de vida en esas condiciones. “¿Cómo alguien en sus cabales quisiera vivir en la calle?”

Desde luego, así como personas había en el Bronx existen razones para que cada una de ellas estuviera allá, desde desplazamiento, drogadicción, abandono, haber nacido en la calle misma, hasta la decisión de hacerlo y alejarse de todo eso que se entiende como normal, bueno y esperable en la vida de un ser humano.  

Después del espectacular operativo, ese mismo que llenó las páginas de los periódicos, muchas historias vieron la luz. Hubo reencuentros entre familiares, personas que buscaron ayuda y siguen tratamientos para dejar sus adicciones, personas que siguieron en la calle viviendo como lo decidieron pero ahora sin un lugar a donde ir.

 Unos nuevos desplazados por la lucha contra el microtráfico y las violaciones a los derechos humanos que también se presentaban en la temida L, la que a pesar de todo lo reprochable era su espacio, el lugar donde habían decidido vivir (por las razones que fuera).

La Constitución ordena al Estado brindar a todas las personas la misma “protección y trato de las autoridades”, también advierte que “gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica”, ordena a que se adopten “medidas en favor de grupos discriminados o marginados” y refuerza esto con la consagración de la especial protección a “aquellas personas que por su condición económica, física o mental, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta”, sin embargo en Bogotá esto no ocurrió.

En la madrugada del jueves varios de esos desplazados, que se vieron obligados a buscar otro lugar en donde refugiarse y volver a instalarse, fueron víctimas de la creciente que se presentó en el caño de la Calle Sexta donde se instalaron algunos residentes del Bronx luego de su intervención. 

Llevaban varias semanas en el lugar, a orillas del caño, a la vista de todos tentando la suerte. Y la suerte llegó, el riesgo se concretó y algunas de esas personas murieron al ser arrastradas por el agua. ¿Por qué ninguna autoridad intervino para que esas personas no se ubicaran en un lugar de riesgo? ¿Por qué no se les brindó un espacio que no pusiera en riesgo su vida para reubicarse, tal como ocurre cuando hay habitantes en zonas de riesgo natural? ¿Acaso no tener casa y vivir en la calle les quita la calidad de personas y de ciudadanos?

Sí, tal como lo dijo el Defensor del Pueblo encargado faltó planeación y se abandonó a un grupo marginal a su (mala) suerte sin un plan de reubicación.