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sábado, 15 de noviembre de 2014

Gustavo Petro, uno de los grandes responsables del actual caos de la ciudad más importante del país, nos ha acostumbrado a tantos desaciertos provocadores, de alguien que en teoría fue elegido para defender los intereses de la mayoría de los habitantes de la capital, pero que en la práctica, ha pasado con más pena que gloria debido a la improvisación de sus pobres politicas gubernamentales.

Gustavo Petro, quien se hizo autoplocamar casi por decreto: “sexto mejor alcalde del mundo”, se ha convertido para millones de colombianos en el peor dirigente de toda su historia. A continuación, un pequeño resumen de la rendición de cuentas de su administración:

Déficit fiscal en educación distrital; incremento del 23% en la delincuencia común; cierre de hospitales públicos y comedores comunitarios; improvisación carente de estudios en temas referentes al “pico y placa”, peatonalización de la carrera séptima, protocolos de seguridad con barras bravas, desarmes cívicos y cierre del Programa para la Vida Sagrada.

El exguerrillero, bien recibido por la sociedad colombiana en su incompleto proceso de reinserción, sigue manejando de forma provocadora y resentida, políticas gubernamentales que afectan a los diferentes estratos sociales, especialmente los más altos, satanizados por su administración y su “política del amor”, la que de manera incoherente, golpea a diario a los segmentos privilegiados al cual su mujer, sus hijos y su familia también pertenecen.

Bogotá, la ciudad de todos, plagada por la indolencia anestésica que producen gobernantes como éste, ha visto cómo su basura se desborda indiscriminadamente por las calles, mientras la terquedad distrital improvisa a costa del poco bienestar que nos queda. Las basuras, la corrupción en el Acueducto, los despidos injustificados y las masivas renuncias de su gabinete, han sido una constante en esta administración virtual que padecemos hace ya cerca de 3 años.

Millones de pesos de las entidades distritales invertidos en publicidad para su penosa administración; continuos vacíos de gestión versus la defensa frente a sus propias inhabilidades; conflictos económicos con las empresas privadas e incluso públicas de su misma corriente ideológica; problemas personales involucrados en sus actuaciones oficiales; apoyo semiológico a dictaduras socialistas y estigmatización y polarización de las clases sociales, son algunas de las perlas con las que hemos tenido que lidiar estos últimos 35 invaluables meses de atraso, inseguridad, improvisación y subdesarrollo. 

Pese a lo anterior, ahí sigue él sin embargo, con su actitud retante, amparado en una sola tutela que suspendió su destitución e inhabilidad, más no incapacidad para gobernar a los más de 8 millones de habitantes de Bogotá. 

Gustavo, que entre folio y folio, lucha tercamente por poder acabar este eterno periodo gubernamental, indudablemente quedará debiendo además de lo ya mencionado; soluciones con los sistemas de aseo, movilidad, Sitp, educación, salud, Transmilenio, seguridad vial y cívica, etc.

¿Qué pasó con los jardines que prometió en su campaña?, ¿qué pasó con los hospitales que juraba fortalecer y replicar?, ¿qué pasó con la solución de movilidad que planteó para las personas más necesitadas? 

Todo lo anterior, parece haberse resumido en su última genialidad: “viviendas de interés prioritario en zonas estrato seis de la capital”, así no más, con la sonrisa del narco, con la cabeza caliente, sin estudios, sin vergüenza y con las vísceras y el populismo desmedido del propio Chávez, se fueron “soltando” una a una, las políticas de gobierno inconclusas que hasta su misma incapacidad, por fortuna, no permitió desarrollar.

En honor a la verdad, Gustavo Petro pasará a la historia como un alcalde que a pesar de sus desaciertos y exabruptos logró con creces algo imposible: extrañar y valorar casi con sentimiento, el cuatrienio de Samuel Moreno. #PuntoParaPetro.