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lunes, 25 de abril de 2016

El deporte sigue siendo, uno de los escenarios donde la discriminación de género es más profunda, difícilmente los deportes permiten competencias entre hombres y mujeres y en casi ningún equipo es permitida esta situación. En ajedrez, ya lo dijimos hace algún tiempo Judith Polgar se bate de igual a igual con sus pares masculinos y ninguno ha siquiera insinuado que una mujer no puede ser tomada en serio en este deporte. 

No tengo mucho conocimiento sobre la materia pero en los  Juegos Olímpicos de Río 2016, habrá una competencia de regatas mixtas, por algunas fotos parece que en las tripulaciones de los grandes barcos a vela se pueden mezclar hombres y mujeres, sería interesante mirar tiempos y desempeños para hacer alguna conclusión. Otra excepción a la costumbre deportiva de segregación de género son los dobles mixtos de tenis.

Hace también poco tiempo el director del campeonato de tenis de Indian Wells, el señor Reymond Moore  indicó que “las tenistas deberían arrodillarse y dar cada noche gracias a dios por el nacimiento de Roger Federer y Rafael Nadal”. No le quedó otra salida que renunciar y pedir disculpas.

En la segunda década del siglo XXI, la inclusión de género en el deporte está apenas iniciando. Todavía vende muchísimo más el deporte masculino, es verdad, pero apenas hace muy poco tiempo se les ha permitido a las mujeres participar en varias disciplinas deportivas y hacerse un espacio en la cultura. Sin ir más lejos, el primer mundial de fútbol femenino se organizó 58 años después del jugado en 1930 en Uruguay, y ni qué decir de las corredoras, para que una mujer pudiese correr la maratón de los Juegos Olímpicos tardó 88 años, finalmente, el último deporte olímpico en admitir mujeres fue el boxeo apenas en los pasados juegos de Londres.

No hay duda que, por ahora, el deporte masculino vende más, claro, lleva en algunos casos más de un siglo de ventaja y los fanáticos no hemos asimilado otra forma de ver una actividad que nos gusta de manera diferente, también es cierto que los horarios y formatos del deporte femenino lo hacen menos atractivo para el espectador frente al televisor.

El fútbol no ha sido la excepción; las mujeres han tenido que soportar comentarios sexistas del propio Blatter (poco se puede esperar de este señor) que decía “hagamos que las mujeres jueguen en ropas más femeninas, como lo hacen en el vóleibol. Podrían, por ejemplo, llevar pantaloncillos más ajustados”, ¡tamaña estupidez!. 

La diferencia también se refleja en el monto de los premios en la diferencia en ingresos por patrocinios o transmisión de los eventos; pero lo que más llama la atención es la diferencia en el trato; a pesar de que el esfuerzo y dedicación es similar en hombres y mujeres, le cuesta mucho más a una mujer colombiana jugar para su selección, no solo en recursos económicos sino en tiempo, pues ninguna vive de darle patadas a un balón. 

Uno de los mayores cambios que la propia Fifa espera es mayor inclusión de las mujeres en su organización, indudablemente “for the good of the game”.