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domingo, 27 de septiembre de 2015

Un Estado social de derecho cuyo fin primordial es dinamizar los servicios y garantizar los derechos de sus ciudadanos, con el fin de mantener el equilibrio social para poderse desarrollar en iguales condiciones para hacer parte de la colectividad misma, no puede desconocer a estas alturas del partido, que los actuares diarios “apegados a la normatividad” en muchos casos retrograda, obsoleta e insuficiente, violan de frente el sentido común y la ley misma. 

¿Cómo es posible que, “apegado a la norma” un juez de ejecución de penas, le otorgue la “casa por cárcel” a un delincuente que se amparaba en su profesión médica para violar a sus pacientes “niños”?; ¿Cómo es posible que la ley sólo condene 39 meses a este criminal?. Estas son cosas que definitivamente pasan en Colombia, un país que tristemente se ha vuelto la burla de los mismos criminales, quienes le perdieron ya, todo el respeto a la ley, el orden, y las actuaciones de los que hacen cumplir esas mismas condenas.

Samuel Moreno por ejemplo, uno de los principales criminales culpables del deterioro de Bogotá, se da el lujo de asistir a sus diligencias legales sin su abogado con el fin de dilatar su proceso y posiblemente ampararse en el principal salvavidas jurídico de los desvergonzados, “el vencimiento de términos”. Hoy, gracias a esos vacíos legales que contempla nuestra justicia débil y ordinaria, vemos cómo Gustavo Petro, a pesar de todo, termina cual mártir su dudoso periodo en la Alcaldía de Bogotá.

Y es que no es sólo Petro, Moreno, Garavito o el Pedriatra violador de Bucaramanga. Acá los colombianos tenemos la mayor responsabilidad cuando salimos a votar por Nelly Moreno, Lucero Cortés o Willington Ortíz, “el congresista invisible”. Ellos, responsables de elaborar las leyes para mantener el bienestar de nuestro Estado Social de Derecho, desconocen el proceso de realización de cualquier acto legislativo y la defensa estructurada del mismo.

Con excepción de algunos Parlamentarios decentes, preparados, estudiosos y responsables, que desarrollan realmente una función importante a favor de la comunidad, los necesitados o las victimas de alguna coyuntura o accidente social; nuestro Congreso cuenta con una variedad importante de ciudadanos cuyos pergaminos son sujetos de vacíos, investigaciones y accionares reprochables, que contrastan con la doble moral de los que se oponen a una paz con la Farc en este recinto, cuna propia que alguna vez tuvo a Pablo Escobar como inquilino.

Nuestra patria amada, boba por naturaleza se escandaliza con sus posiciones moralistas que satanizan las preciosas curvas y atributos desnudos de cualquier mujer hermosa nacida en esta tierra, mientras permite silenciosamente que miles de niños sean maltratados por sus propios padres, cientos de animales sean  lastimados por sus dueños y un sinnúmero de ancianos sean expuestos a hacer largas filas para reclamar su pensión, o peor aún, encuentren la muerte mientras son atendidos por su EPS.

Esta época electoral, llena de sonrisas multicolores, incluyentes y socialmente responsables, es una gran oportunidad para revaluar nuestro significado de la moral.