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domingo, 27 de septiembre de 2015

Como justificación de la Fiscalía, se hablaba de la creciente sofisticación de las estructuras mafiosas del narcotráfico y su elevado poder corruptor, y de la notoria incapacidad del sistema de jueces tradicional para hacer frente a estos flagelos que estaban desestabilizando las bases del Estado de Derecho. Por ello, se concibió la Fiscalía como un ente acusador, independiente de los jueces, que tuviese la máxima legitimación pública y suficientes poderes y capacidades de investigación  para poder obtener las pruebas y sustentar con solvencia los miles de casos que era necesario resolver para empezar a doblegar a las fuerzas criminales. 

Por ello, se pensó en un ente dirigido por un fiscal general de las máximas calidades jurídicas que gobernara el organismo con rigor técnico y sirviera de portavoz oficial. Además, el nuevo ente acusador tendría bajo sus toldas miles de fiscales y otros funcionarios especializados en todo el país, -en teoría- capaces de darle curso a las denuncias de los colombianos y ayudar, con su eficacia, a que el país retomara el camino de la prevención y el respeto a la ley penal.

Pero la realidad fue bien distinta: las organizaciones criminales continuaron expandiéndose en los años 90, y el número de procesados y, especialmente de  condenados, siguió siendo minúsculo. El desmantelamiento de ciertos grupos violentos y la retoma del control territorial en algunas ciudades y zonas del país, se debió mas a la acción de la Policía que a la de la Fiscalía.

Tampoco se lograron mayores cambios con la reforma introducida mediante el acto legislativo 03 de 2002 que supuestamente enfatizó la persecución penal de todos los delitos como una obligación primordial, y que le dio realce al papel de la Fiscalía como protector de los derechos de las víctimas de delitos. La reciente restructuración del organismo acusatorio sólo ha servido para engrosar ineficientemente la planta de personal, crear embajadores de la Fiscalía en otros países, y así servir al apetito burocrático del fiscal general.

Soñábamos con un órgano de acusación que le ganara la batalla a la acción criminal, tramitando a fondo todas y cada una de las denuncias, abriendo investigaciones de oficio, y aprovechando las mejores técnicas para sustentar probatoriamente los casos ante los jueces. Sonábamos con un Fiscal General que atendiera personalmente las audiencias más importantes y que apareciera ante los medios de comunicación esporádicamente para hablar con severidad e imparcialidad únicamente sobre asuntos relacionados con la propia entidad. Un Fiscal Gerente que rindiera celosamente cuentas a los ciudadanos sobre su quehacer y que no usara a la Fiscalía como botín para repartir contratos y favores. ¡Qué ingenuidad!
============Txt. COLUMNISTA NOMBRE (24349990)============
 

exsuperintendente de sociedades
============Ayu. DESTACADO (24349987)============
la creación de la Fiscalía fue vista como un avance fundamental en la construcción de una nueva institucionalidad.