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Analistas 24/02/2017

La corrupción es de todos

Roberto Rave Ríos
Presidente ejecutivo Laick - Cofundador Libertank
La República Más
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La corrupción se ha vuelto por estos días el tema de moda en Latinoamérica, el tema del que todos hablan, del que todos reniegan, pero ante el que poco hacemos en nuestro día a día. Y es que de un modo u otro, nos hemos acostumbrado a la corrupción: a colarnos en las filas, a saltarnos las taquillas del Transmilenio, a copiar el examen del lado, a cobrar de más por un servicio -según la cara o la ropa-, a exigir prebendas, a movernos por roscas, a comprar diplomas, a ofrecerle dinero a los policías cuando nos encuentran cometiendo una infracción de tránsito y un montón de asuntos más que hacen parte de nuestra cotidianidad. Nos acostumbramos también, con cierta facilidad, a criticar a nuestros dirigentes, a indignarnos por eso que a pequeña escala hacemos cada uno de nosotros todos los días.

¿Será que es cierta la frase que pronunció Miguel Nule luego de su escándalo, que dice que “la corrupción es inherente a la naturaleza humana”? Quisiera creer que no, estoy seguro de que no. Sin embargo, la Agencia de Transparencia Internacional en su último informe, resalta un descenso de Colombia en 7 puestos en su ranking, pasando del puesto 83 a 90 entre 176 países. Esto quiere decir que hemos empeorado en corrupción. De la misma forma, Gallup en su última encuesta concluye que 85% de los colombianos siente que la corrupción en Colombia va en aumento. En conclusión, no vamos bien, no estamos bien. 

En los últimos años el gobierno ha tratado de tomar medidas al respecto, la ley anticorrupción es una de ellas, pero cuando aumentan las leyes y las reformas en este sentido, también incrementa la corrupción y disminuyen los incentivos y los referentes de legalidad que deberían estar en cabeza del Estado. La corrupción política resulta siendo el mayor desincentivo para que un pueblo viva en la legalidad, dado que presupone un divorcio entre el Estado y la sociedad. Esto sin quitarnos a los ciudadanos la culpabilidad y la participación, en menor escala, en la corrupción de nuestro país en el que, por estas épocas, escasean los referentes.

La corrupción, también hay que decirlo, es fruto de un sin número de injusticias que llevan a la sociedad a suplir por su propia cuenta los vacíos que el Estado deja por su incapacidad para brindar a todos los ciudadanos condiciones dignas de vida, en las que se cubran las necesidades básicas y los derechos fundamentales consagrados en nuestra Constitución: vivienda, servicios públicos, alimentación, salud, transporte, justicia, descanso y recreación, entre otros.

Para finalizar debo resaltar que la corrupción sí tiene matices, y que la corrupción que más duele y cuesta entender es la de los líderes políticos y empresariales, puesto que ellos han contado con más posibilidades que el resto de la sociedad, han recibido más formación, y en lugar de liderar procesos de transformación y convertirse en modelos de integridad, responsabilidad y rectitud, lideran procesos de engaños y desfalcos de las arcas del Estado, y al final es toda la sociedad la que termina pagando los platos rotos, especialmente la población más vulnerable.

Según el FMI la corrupción cuesta 2% del Producto Interno Bruto del mundo, ¿Cuánto le cuesta a Colombia?. Si se correlacionan los índices de Transparencia Internacional con los indicadores de desarrollo económico, en los países más pobres es donde se evidencia un mayor nivel de corrupción. ¿Cuál es el impacto de la integridad en el desarrollo económico y social de un país?

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