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  • David Alejandro Peñuela

martes, 3 de mayo de 2016

Recuerdo cuando Antanas Mockus se lanzó como candidato presidencial, que un allegado me dijo: “Mockus es muy honesto para ser presidente.”¿Le damos el no a un tipo que dice que los recursos públicos son sagrados por ser honesto? De sólo pensar qué químico en el cerebro le hace falta a una persona para afirmar lo dicho, me da dolor de cabeza.  

Continuando con los recuerdos y aun cuando he sido un detractor acérrimo de lo hecho por la traviesa de Vicky, estoy de acuerdo con su equipo de periodistas periodistas: “este país está lleno de doblemoralistas.” Como dice Jaime Garzón, nos escandalizamos por escuchar la palabra Hijueputa, pero no por las bellezas de los congresistas condenados por parapolítica, por las chuzadas, etc. Somos tan corruptillos como pueblo, que aún la mitad de Colombia sigue vanagloriando a uno de los expresidentes más “embarrados” de la historia.

Seguramente lo que diré no será del gusto de muchos –aunque lo he dicho en los primeros párrafos-, pero eso nos pasa por ser un pueblo corrupto. Sólo un pueblo corrupto pasa por alto la presunta falsificación de documentos realizada por el alcalde de la gloriosa nevera. Sólo un pueblo corruptillo como el nuestro dice “pero es que a Peñalosa no lo eligieron por su doctorado, sino por ser un visionario”. 

Sólo los periodistas, un pequeño sector de ciudadanos y un grupo menor de doctorandos pidieron la renuncia de Pinocchio  ¿Y qué pasó?  Anda con Geppetto preparando todo para acabar la reserva Thomas Van der Hammen ¿qué hicimos como sociedad? Andar pendientes si Nairo es líder o qué hicieron los famosos el fin de semana.

¿Qué hicimos como pueblo cuando los taxistas se manifestaron a través del paro delincuencial destruyendo varios vehículos o cuando secuestran pasajeros de Uber? Estar pendientes si la novela ya va a empezar.

Nos resbala, pero porqué. Cada vez estoy más de acuerdo con el refrán inicial: porque somos corruptillos igual que ellos. Casi nadie se molestó por la presunta falsificación de documentos académicos por el simple hecho que un número considerable de colombianos lo ha hecho o estaría dispuesto a hacerlo. Pocos se molestan por los colados, porque algún día ellos se podrían colar.

Me resulta increíble que el primer ministro de Islandia haya renunciado por tener aparentes nexos con los papeles de Panamá y no una persona que, al parecer, falsificó su título o, al menos, dice tenerlo sin haber estudiado para ello.  Pero peor aún es que no tengamos la autoestima y rectitud como pueblo de exigir su renuncia, así como hicimos con Vickysilla.    

Increíblemente somos intolerantes a la lactosa  y tomamos leche deslactosada, pero con pan untado de mermelada de Juan Pa.
Y es que ser corrupto no sólo se trata de hacer o propiciar “torcidos”. Cada trampilla que usted y yo hacemos día a día es muestra de nuestra mente ilegal. Si se cola es corrupto, si se le “tumba” los cincuenta pesos de vueltas al pasajero en un pasaje que vale $1.500 pesitos es corrupto, si cobra demás es corrupto, si soborna a un “chupa” es corrupto, si se deja sobornar por veinte mil o cincuenta mil razones es corruptillo.

En fin mi querido colombiano, nuestra cotidianidad es tan corrupta que somos un pueblo corrupto.   

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