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jueves, 22 de enero de 2015

La primera y mas importante conclusión según mi parecer es la obligación de borrar estigmas y para lo cual, encuentro nuevos esquemas adecuados para iniciar este caminar.

Tenemos así que las relaciones colectivas del trabajo en Colombia históricamente han pasado por toda suerte de escenarios, que han alcanzado picos de violencia y represión, así como abusos en el ejercicio de los derechos constitucionales y legales. El desgaste que han representado décadas de confrontación política, jurídica, económica y social, han llevado a la crispación de la interacción laboral entre trabajadores y empresarios que dificulta enormemente los procesos de negociación colectiva y la conciliación de los intereses laborales de cada parte. 

Sin embargo, no sólo el contexto mundial ha cambiado, sino que ha comenzado a surgir con fuerza nuevas generaciones que buscan panoramas mucho más pacíficos para administrar las relaciones laborales, reconociendo la dimensión humana presente en cada uno de los trabajadores y sin desconocer la legítima y necesaria actividad empresarial.

Es así como en el contexto latinoamericano actual encontramos ejemplos de importante proyección y me refiero a la filosofía del solidarismo Costarricense que se fundamenta en combinar la eficiencia y la libertad individual de la libre empresa con la bondad de una filosofía humanista; afirma que las injusticias y las desigualdades sociales no son un producto del capitalismo, sino del desigual acceso a la propiedad.

 Considera que al convertirse en propietarias, las personas trabajadoras comenzarán a compartir el objetivo de su patrono, que es el incremento de la productividad de la empresa, beneficiándose entonces todos de ese desarrollo.

En nuestro país encontramos el desarrollo de la solidaridad social a través de nuestra historia legislativa con diversas instituciones, las cuales se han complementado con nuevas y recientes herramientas legales sobre la convivencia laboral; políticas que determinan el rutero que debemos seguir de aquí en adelante para construir nuevos modelos que sepulten los estigmas históricos.

Las dos fuentes que he encontrado en mi caminar en el mundo colectivo son por una parte los fondos de empleados, los cuales se han constituido sobre los valores de la solidaridad donde se respira la ayuda mutua y la fraternidad; si observamos la legislación vigente, estas organizaciones no solo pueden dedicarse a acciones de colaboración, bienestar y ahorro sino que se pueden constituir en el estadio de participación del empleador, generando un dialogo social real de tal forma que se genere un compromiso de apoyo del ente empresarial para dar nacimiento a nuevos derechos laborales que repercutan en satisfacción y bienestar para los empleados y sus familias.

Por otra parte es indispensable que las compañías y sus trabajadores cumplan los parámetros creados por el legislador en relación con la convivencia laboral, siendo creativos en las políticas de cercanía humana que potencien la solidaridad y la búsqueda permanente de objetivos comunes.

A todos los que ya han compartido estas ideas y están convencidos de ellas, los animo para que sigamos luchando por el pronto cambio que anhelamos y necesitamos en pro de la generación futura.