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EDITORIAL

Frontera viva que sigue el consumo, no a los políticos

sábado, 13 de agosto de 2016
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El elemento clave de observación, dependiendo de la lente con que se mire, tiene que ver con la satisfacción de necesidades básicas.

La frontera que comparten los colombianos con los venezolanos a lo largo de 1.300 kilómetros es una de las más vivas del continente. Para la estrategia militar tradicional, es una amplia zona porosa; para los economistas, es una área de libre mercado e intercambio de bienes y servicios; para los políticos, es un espacio de infiltración ideológica; mientras que para la gente que habita esa región, es buena dinámica de consumo. El elemento clave de observación, dependiendo de la lente con que se mire, tiene que ver con la satisfacción de necesidades básicas.

Lo que pasa en Cúcuta y San Antonio de Táchira, especialmente, es que las diferencias en las concepciones económicas, militares y políticas entre los dos países, a la largo de más de un siglo, han hecho que la gente que habita en las zonas de frontera, ante las diferencias de precios de los alimentos, el acceso a colegios, fluido eléctrico y demás servicios básicos, se movilizan entre los dos países vecinos para satisfacer sus necesidades. Unas veces van a Venezuela y otras a Colombia, y eso se acentúa por las radicales diferencias en la estructura del país político y económico. Aquí forjamos una economía de mercado competitiva, mientras que allá se basan en los subsidios y en un falso socialismo dependiente del petróleo.

La frontera colombo venezolana tiene una vida muy dinámica que no puede ser asfixiada por recelo de los gobernantes. Ojalá esos acuerdos para abrir la frontera a medias y de manera gradual sean más institucionales y no exista esa chocante frontera entre dos países hermanados que son complementarios, no competitivos. La economía colombiana no ha podido remplazar el mercado que ofrece Venezuela, mientras que los socialistas de ese país nunca pudieron tener un socio comercial como Colombia para comprar sus productos básicos. Los dos países se necesitan y así lo demuestran los habitantes de frontera. Los ministros de comercio de las dos naciones deben trabajar en mejorar los intercambios. Colombia llegó a venderles hasta US$6.000 millones a Venezuela, ahora es una pírrica cifra cercana a los US$600 millones.

Ambos gobernantes de turno no pueden seguir siendo inferiores al reto de tener una estrecha relación económica en función de sus gobernados. Venezuela es país rico en recursos minero energéticos que necesita reinventarse en lo económico, y para esto depende de Colombia, como zona estratégica, para sacar sus productos hacia el Pacífico. El gran problema tiene que ver con el contrabando que distorsiona la economía de frontera y pone en jaque sectores vinculados a los combustibles, alimentos y medicamentos, pero la solución siempre ha estado en manos de las autoridades.

La historia le ha demostrado a los dos países que tenemos una frontera viva que trasciende ideologías, conflictos y gobernantes de turno.

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