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jueves, 15 de mayo de 2014

Periodistas de radio y televisión, editoriales, columnistas y hasta las portadas de las revistas más prestigiosas, piden que se pare la campaña negativa en estas elecciones. La verdad, no entiendo por qué tanto alboroto. ¿Cuál es el escándalo? ¿Por qué se muestra aterrada tanta gente y especialmente los medios de comunicación? Estos últimos, son los primeros en darle prioridad en la agenda informativa a las riñas, peleas y  estrategias sucias  de los candidatos y sus colectividades. Todo esto, en detrimento de los actos de campaña, en los que se exponen los programas y las ideas.  

Vale la pena aclarar que no podemos culpar solo a los medios, pues ellos son solo una expresión más, de lo que el novel Mario Vargas Llosa llamaría “la sociedad del espectáculo”. En ella, no solo el arte y la cultura se convierten en mero entretenimiento, sino también la política. Los ciudadanos no vemos, escuchamos o leemos noticias para informarnos y participar activamente de la política. Lo que queremos es divertirnos. Esto explica la importancia, cada vez mayor, de los segmentos deportivos y de farándula.

Por eso, no comprendo el llamado de diferentes actores a la mesura y no agresión en las campañas. Parece que quisieran mantener esa hipócrita postura, que nace del adagio popular “los trapos sucios se lavan en casa”, en la que no decimos o actuamos de cierta forma en público, para mantener una imagen mentirosa de armonía, cooperación y aprecio entre todos. Es preferible una contienda que se torne agresiva (ojo, no violenta), en la que los candidatos se digan en público lo que piensan el uno del otro y no la falsa postura con que, por ejemplo, el candidato presidente afirma que “Uribe es un hombre bueno, pero que está hipnotizado por la guerra”. 

Resulta útil para los votantes observar las tácticas, las formas y los medios que cada partido utiliza en la batalla electoral, para alcanzar la victoria. Recordemos que no es el fin el que justifica los medios, sino los medios los que justifican el fin. Es decir, la forma con que buscan acceder al poder, conoceremos cómo dirigirán los destinos de nuestro país. 

Si vemos que en plena campaña se valen de  los recursos del Estado, la falsa acusación, el montaje, la mentira y el engaño, para beneficiarse personalmente en la confrontación electoral, nada debería hacernos suponer, que cuando ganen harán algo distinto.

Por eso,  en lugar de hacer este cursi llamado a la mesura, deberíamos preocuparnos por saber qué tan capaces somos los ciudadanos, de comprender toda esta información, para que se  traduzca en la mejor decisión el día de las elecciones. 

El escenario no parece ser muy alentador, en parte porque los candidatos que deciden no hacer parte del enfrentamiento, tampoco tienen una estrategia fuerte, que marque la diferencia entre esta forma de hacer política y una política de ideas y propuestas. En este sentido, la campaña de Peñalosa estaría desaprovechando esta oportunidad única para colarse en medio de la disputa, pues su discurso se percibe flojo y sin fuerza. 

Sin embargo, la mayor responsabilidad recae en el ciudadano, que antes de radicalizar su postura, nublar su pensamiento y asumir posiciones de hincha de fútbol a la hora de defender a su candidato, debería enfriar la cabeza, analizar las opciones y decidir lo que nos conviene a todos.