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ANALISTAS

Esperar, esperar y esperar

viernes, 23 de enero de 2015
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Aeropuerto de Rionegro (Ant.), 6:20 a.m. cientos de pasajeros esperan ser llamados a bordo de los aviones que los llevarán a múltiples destinos y los cuales han de pasar en su gran mayoría por Bogotá. El cielo en el oriente antioqueño se ve despejado y claro y las predicciones climáticas en la capital no auguran grandes dificultades. Sin embargo, se llega la hora de salida de muchos vuelos y lo único que alcanza a identificarse es a funcionarios de varias aerolíneas corriendo de un lado para otro de los muelles de embarque.

Las salas de espera se aglomeran y lo que era tranquilidad y sosiego, comienza a volverse con el paso de los minutos en cierta angustia y zozobra. Pasan las horas y los avisos en torno a la salida de los vuelos, son desalentadores. Muchas reuniones han de cancelarse, muchos encuentros han de aplazarse e incluso, grandes negocios de la industria y grandes momentos personales, han de encontrar otro momento para ser resueltos. Es claro que tarde o temprano todos los pasajeros habrán de embarcarse y que el caos del momento habrá de resolverse. Sin embargo, esta situación volverá a presentarse de manera reiterada y aunque los aeropuertos de muchas ciudades se verán afectados, es el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá, el que mayor dificultades evidencia y el gran nudo de esta problemática.

Lo anteriormente relatado más allá de ser una anécdota, es gran parte de la realidad de lo que es el transporte aéreo en Colombia. Aunque las aerolíneas han hecho esfuerzos por modernizar sus flotillas y han ampliado sus itinerarios, los aeropuertos se han modernizado y ampliado en su infraestructura, y los tiquetes aéreos han mantenido o disminuido sus costos en los últimos años a ciertos destinos, pareciera que esto no ha sido suficiente para resolver el atraso que en esta materia tiene el país y el cual se ha convertido en una dificultad para expandir el crecimiento económico.

Con una red de carreteras atravesando tres macizos montañosos de alta pluviosidad, el transporte aéreo puede ser una alternativa importante para movilizar los productos agrícolas e industriales entre el centro del país y las zonas costeras. Es común encontrar que las carreteras que unen las grandes ciudades sufren la pérdida de la banca, así como es frecuente la existencia de deslizamientos de miles de metros cúbicos de tierra y de rocas sobre las mismas. Aunado a ello, los trazados son serpenteantes y aunque las distancias son cortas (de Medellín a Bogotá hay cerca de 400 kms), los tiempos de desplazamiento oscilan entre las siete horas en vehículo particular y las 14 horas en vehículo de carga. Además, la delincuencia común y los grupos armados que aún se encuentran en las zonas rurales, hacen que exista otro factor adicional de riesgo para que no sea una opción totalmente confiable y rápida para trasladarse de una ciudad a otra.

En los próximos años se espera tener una red de autopistas moderna y acorde con lo que ha de ser un país en proceso de desarrollo y de consolidación económica y social. Mientras tanto, quienes viajan por carretera habrán de enfrentarse con los avatares propios de las condiciones climáticas y de seguridad, y quienes utilizan el transporte aéreo tendrán que lanzar una moneda al aire y esperar, esperar y esperar, a que los itinerarios se cumplan.

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