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martes, 16 de septiembre de 2014

La agitación política no será asunto exclusivo de Brasil, pues también en Bolivia y Uruguay se aprestan para elegir a la máxima figura del poder ejecutivo, mientras que en Perú habrá comicios regionales y municipales que confirmen o desaprueben el desempeño del partido nacionalista peruano, del actual presidente Ollanta Humala.

El panorama general es de tranquilidad. Los tiempos de convulsión e inestabilidad tan característicos cada vez que se aproximaba un periodo electoral en alguna de las naciones latinoamericanas han quedado en el pasado. 

Puede señalarse que hoy América Latina está mucho más madura para enfrentar los cambios políticos generados en las urnas. La tendencia, tanto para ganadores como para derrotados, es la de aceptar con altura los resultados finales. Lo anterior, no obstante existan algunos casos singulares que, como se ha dicho, no son generalizables en la región.

En Brasil la competencia por llegar al (o quedarse en el) Palacio de Planalto está siendo profundamente disputada. De acuerdo con variadas encuestas (O Estado de Sao Paulo, Canal Globo, Datafolha, Ibope, Vox Populi, entre otras) existe un empate técnico para la primera vuelta de las elecciones en el país carioca. Tal como ha sido reseñado en muchos medios, el empate se da entre la actual presidenta Rousseff y la candidata ecologista Marina Silva. Lo que no está tan claro aún es quien se impondría en el denominado “balotaje” o segunda vuelta. En ello las encuestadoras, aunque favorables a Silva en muchos casos, han sido más cautelosas para medir la probabilidad del resultado final. Lo cierto de toda esta competencia es que en disputa está el continuismo de un modelo, ya un tanto desgastado, y la posibilidad de oxigenar -en favor de los mercados, quizá- las instituciones del gigante suramericano.

En Bolivia la competencia no se presenta tan reñida. Incluso, podría uno atreverse a señalar que ni siquiera hay competencia. El candidato presidente tiene casi asegurada su permanencia en el Palacio Quemado. Evo Morales se mueve con relativa facilidad en los círculos electorales del país y, muy estratégicamente, ha evitado cualquier cantidad de debates y presentaciones públicas en las que deba coincidir con los demás candidatos que aspiran quedarse con el máximo cargo del Ejecutivo en el país andino. Con su estrategia descalificadora frente a todo lo que no hace parte del MAS (partido político de Morales), el candidato presidente se mueve expeditamente hacia la victoria. Las encuestas más recientes le otorgan un resultado potencial de 59%, frente al 17% que estaría obteniendo Samuel Doria Medina, del partido de la Unidad Demócrata. Algo es real en Bolivia, el pueblo está con Morales e irá con él este 12 de octubre a las urnas.

En Uruguay, por su parte, la situación es diferente. Similar al tema brasileño, es inminente una segunda vuelta. Al permitirse la reelección alternada entre periodos presidenciales, hay figuras como Tabaré Vásquez que retorna a la carrera por quedarse a dormir en Suárez y Reyes (residencia del presidente).  

La contienda está disputada por Vásquez, Luis Lacalle Pou y Pedro Bordaberry, siendo los dos primeros quienes reflejan mayores posibilidades de irse a la segunda vuelta. En general, el escenario latinoamericano es propicio al ejercicio democrático. 

La competencia está abierta y octubre será un mes bien interesante, sea para la innovación política, o para la redefinición de algunos modelos políticos ya tradicionales.

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