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sábado, 20 de septiembre de 2014

Hablar de cosas “bien hechas y a tiempo”, eso es una utopía; poner en práctica diaria, permanente y sostenible, aquello de que el “bienestar común prima sobre el particular”, eso es una utopía; creer que los políticos algún día harán cosas en beneficio de sus pueblos, eso es una Utopía. 

Confiar que los laboratorios farmacéuticos, ensambladoras y fábricas de carros, o la industria en general darán su mejor esfuerzo para entregar productos de excelente calidad a precios justos, eso es una Utopía; suponer que quienes ganan una licitación para construir una carretera, coloquen los mejores materiales para que dicha carretera tenga una durabilidad aceptable y brinde seguridad a quienes la transiten, eso es una Utopía; estar seguros que jueces, magistrados, policías y militares cumplirán con su misión fundamental de proteger a sus conciudadanos, eso es una utopía.

Sin duda, pensar que los profesores de colegios públicos hacen especializaciones, maestrías, PhD, doctorados para estar altamente capacitados, y así entregar mejores y mayores conocimientos a sus alumnos, (y no para que su escalafón sea más alto y lograr  muy buenas pensiones), eso es una utopía; presumir que cuando los ciudadanos de a pie vamos a las EPS encontraremos profesionales de la salud, agradables, respetuosos, idóneos y que se conduelan de sus pacientes, eso es una Utopía; creer que un congresista gasta en su campaña varios miles de millones de pesos porque tiene una inmensa vocación de servicio, y quiere ayudar a su “amado país”, eso es una utopía.

 Confiar en que cada nueva multinacional que llega a Colombia lo hace con el fin de mejorar la calidad de vida de los nuestros, eso es una Utopía; suponer que cada trabajador, operario o empleado dé lo mejor de sí, para que su empresa se consolide en un mercado tan competido como el que en la actualidad vivimos, eso es una utopía; pensar que cada colombiano esté dispuesto a  exigirse al máximo, para tener un país próspero, sólido, fuerte, digno, amable y en paz, eso es una Utopía.

El término utopía hace referencia a algo ideal, perfecto, donde todo es maravilloso y único, no obstante imaginario y en ocasiones irrealizable. El londinense Tomás Moro (Thomas More), en su más famosa obra Utopía  (1516) nos habló de una sociedad pacífica, que establece la propiedad común de los bienes. 

Al darle por título a esta columna “El país de las utopías” no pretendo emular a  Santo Tomás Moro (canonizado en 1935), ni creo que sea posible la sociedad perfecta; solo quiero reflexionar sobre la necesidad urgente, vital e imperiosa de tener verdaderos líderes, desde el hogar hasta los más altos niveles gubernamentales; entendiendo por líder aquella persona, hombre o mujer, que en todas sus actuaciones pone el sello de los valores eternos: honestidad, responsabilidad, disciplina, amor, compromiso.  

Sueño con la Utopía  de vivir en un país donde podamos erradicar totalmente la funesta frase de “el fin justifica los medios”; donde no se trascienda por el tener, sino por el ser; donde nuestros dirigentes no estén obligados a poseer apellidos ilustres, sino actuaciones decentes; donde los padres de familia no solo piensen en dar, sino también en estar y formar; donde a esa enfermedad, a la cual tantas veces hizo referencia nuestro nobel Gabriel García Márquez, llamada inmediatez (lo que quiero lo quiero ya) le logremos encontrar la vacuna: estoicismo, integridad y dedicación;  donde en cada una de nuestras acciones seamos capaces de pensar en el otro; donde la solidaridad sea el pan de cada día; y donde el CVY (Cómo Voy Yo) no exista.  

Es esperanzador ver que en Colombia existen muchas personas buenas que, individualmente, muestran que esas Utopías  SI las podemos hacer realidad como sociedad,  que a pesar de todo tenemos un país maravilloso, que vale la pena luchar por las nuevas generaciones.

A propósito, creer que las anteriores líneas mejorarán en algo el actuar de diversas personas, eso también es una Utopía.