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sábado, 22 de noviembre de 2014

Es difícil entender cómo la prensa de Estados Unidos, como New York Times o el Daly News, hace investigaciones a fondo sobre un deporte que todavía dista mucho de ser popular; en primera página de éste último se hace recuento de las andanzas Chuck Blazer, exdirectivo de la Federación Americana de Fútbol, quien amasó una fortuna formidable que le permitió tener un apartamento en un edificio de lujo de Manhattan para sus gatos y manejaba a su antojo importantes sumas de dinero para “regalar” a sus colegas. Por su parte el más mesurado New  York Times critica la falta de transparencia de la Fifa en la toma de decisiones.

Todo esto es el resultado del manejo que la entidad le está dando a un informe que durante un año el antiguo investigador del FBI Michael J. García, hizo a petición del Comité de Ética de esta institución sobre la elección que se hizo para los mundiales de 2018 y 2022 y que resultaron favorecidas Rusia y Quatar. 

El informe no se ha publicado y el presidente de la comisión de ética, Hans-Joachim Eckert, aseguró que no había observado “ninguna violación o incumplimiento de las normas y reglamentos correspondientes”. La Fifa publicó un resumen de menos de 10% de total del informe presentado por García. El propio García protestó de manera vehemente por las conclusiones presentadas por la Comisión, en contravía a lo expuesto en el informe.

El periodista que más ha investigado sobre el tema, Andrew Jennings, indica: “Blatter convirtió a la Fifa en una organización criminal, exactamente como la mafia. Controla miles de millones de dólares y, así como se lubrica el motor de un auto, él lubrica una estructura que reparte beneficios entre los miembros de los distintos países”- 

El resultado de todo este proceso, aparentemente corrupto, fue el adefesio de nombrar como país organizador del mundial de 2022 a Quatar, que para la fecha de esta competencia, entre junio y agosto puede presentar temperaturas superiores a los 30 grados, a todas luces inapropiadas y hasta peligrosas para jugadores de alto rendimiento. 

Como siempre las soluciones son acordes a los problemas, se propone cambiar la fecha del mundial para final de año, lo que implicaría el cambio de todos los calendarios europeos y del resto del mundo y que, con toda lógica, generó la ira de Uefa.

Es difícil entender este grado máximo de corrupción sin algunos aspectos que le permiten a la Fifa y específicamente a sus dirigentes hacer lo que hacen sin la mayor preocupación.

Los cargos de la mayoría de los presidentes del fútbol son reelegibles a perpetuidad, lo que le permite a quien está entronizado manejar grandes sumas de dinero para obtener votos; adicionalmente programas de asistencia financiera son entregados a cambio de posiciones favorables en las elecciones y nombramientos en los numerosos comités, lo que  le permite al presidente de turno manejar gran cantidad de votos cautivos con gran facilidad. Para cualquier aspirante la posición es totalmente desfavorable por dinero y favores entregados frente al señor Blatter. 

Por otra parte está la amenaza latente de la organización de suspender a tal o cual asociación nacional por “administrar sus asuntos de forma independiente y asegurarse de que no se produzca ninguna injerencia por parte de terceros en sus asuntos internos” de no ocurrir esto las sanciones pueden ir hasta la desafiliación del país “insurrecto”. 

En este trance se encuentra la Federación Peruana de Fútbol a la que su presidente pretende ser reelecto por tercera vez, en contra de lo que la ley peruana indica. El arma esgrimida por el señor Manuel Burga es precisamente la desafiliación y separación del fútbol peruano de cualquier actividad.

En el pasado mundial, la  directora ejecutiva del Comité Organizador Local de la Copa del Mundo, Joana Havelange, nieta del expresidente de la Fifa, Joâo Havelange, e hija del expresidente de Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), Ricardo Teixeira, indicó: “lo que había de ser gastado, robado, ya fue”. 

Para indicar que las protestas no tenían ningún sentido y legitimando los actos de corrupción que se presentaron en la organización de este pasado mundial.