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EDITORIAL

El default o las consecuencias del populismo

viernes, 1 de agosto de 2014
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Son varias las lecciones nos deja la pelea entre los fondos no reestructurados y el Gobierno argentino.

Empecemos por la guerra de nombres y sobrenombres en el caso argentino: a los fondos que no acordaron un rediseño de pagos se les llama holdouts, que quiere decir quedarse fuera de una reestructuración financiera. Pero como el tema es más político que de números, el neoperonista gobierno de Cristina Fernández de Kirschner los bautizó como ‘buitres’ e incluso ‘piratas’, por el simple hecho de que compraron una deuda muy barata, la vieron rentar en la bolsa y ahora la cobran por las nubes, muy a pesar de que ese dinero gozaba de todas las garantías de los inmateriales asegurados. Y como la guerra semántica continúa más allá de no haber conseguido un acuerdo en un juzgado, las cosas no paran allí continuando con su paso tortuoso. Para las firmas calificadoras de riesgo, Argentina ya entró en un ‘default selectivo’ que quiere decir que a unos les paga y a otros no, situación que generará una estampida de capitales, caída de inversión extranjera, aceleración de la inflación y una inminente desaceleración económica en el corto plazo.

La situación no es nueva para los argentinos un país que entre el los siglos XIX y XXI ha registrado al menos cuatro cesaciones de pago. La historia financiera de los gobiernos gauchos no es la mejor y siempre terminan echándole la culpa al sistema, tal como lo demostró el joven ministro de Economía, Axel Kicillof en su consulado en Nueva York cuando en medio de muchas argumentaciones dijo entre líneas que no había llegado a acuerdos y que seguirían negociando. Desconociendo de tajo que Standard & Poor´s pocos minutos antes de su alocución había enviado una pésimo mensaje sobre la nota argentina. Para el Ministro no hay acuerdos y se sigue negociando, mientras que para el sistema financiero mundial Argentina dejó de pagar sus compromisos el pasado 31 de julio, que no es otra cosa que un default, una palabra que asusta a cualquier inversionista.

La situación se suma a la reciente nacionalización de los negocios de la española Repsol que pasaron a manos de la estatal petrolera argentina YPF. Son mensajes y actuaciones populistas que no dejarán reparar la economía gaucha en varios años y que genera un efecto negativo en los países emergentes que de una u otra manera están atrayendo capitales de inversionistas. No se puede estar al interior del sistema financiero mundial y pelear con él negando reglas y obligaciones. Seguramente, los argentinos buscarán financiaciones de terceros como el gobierno de China o logre acuerdos estratégicos de inversión Rusia. Pero es como radicalizar posiciones contra las normas de la banca multilateral, que tiene sus pecados y defectos, pero es el sistema que le da estabilidad al mundo actual.

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