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Analistas 16/07/2014

El chavismo cambia de rumbo

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda
La República Más
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Desde 1992, cuando el coronel Hugo Chávez hizo su ingreso a la actividad política con un golpe sangriento contra un gobierno democrático, a los venezolanos les ha tocado vivir en lo que los chinos denominan ‘tiempos interesantes’. A partir de 1999, cuando Chávez llegó al poder por la vía electoral, hasta finales del año 2012, Venezuela estuvo sometida a los experimentos políticos y económicos que iban surgiendo de la febril imaginación del caudillo.  Se anunció el inicio del desarrollo endógeno; se ofreció llevar a Venezuela al mismo mar de felicidad por el cual navega Cuba; y se decidió implantar el Socialismo del Siglo XXI.

El régimen que estuvo vigente durante 14 años terminó denominándose chavismo. La centralización de las instancias decisorias en la figura del Comandante, y el control gubernamental de los medios de comunicación, contribuyeron a estimular el culto a la personalidad. El auge del precio internacional de los commodities puso a disposición del gobierno un flujo de recursos sin precedentes. El incremento resultante en el nivel de gasto público, en ausencia de un programa de inversión coherente, de auditorías o rendición de cuentas, vino acompañado de aumentos comparables del despilfarro y la corrupción.  

La bonanza petrolera le permitió a Chávez implementar  programas sociales cuyo propósito era consolidar una base política, más bien que reducir la pobreza.  

La prosperidad se esfumó en medio del desorden fiscal, el excesivo endeudamiento externo y la laxitud monetaria. La enfermedad de Chávez dificultó hacer los ajustes necesarios.

El gobierno de Nicolás Maduro se enfrenta al dilema de rectificar los descalabros económicos de Chávez, al tiempo que se le rinden homenajes al Comandante Eterno. La magnitud del fracaso macroeconómico heredado ha llevado al aparato productivo del país al borde del colapso. Se ha puesto en evidencia la necesidad ineludible de modificar la política económica.

Las fuerzas armadas se han convertido en un cuerpo politizado al servicio del chavismo. El Tribunal Supremo de Justicia les ha permitido a los militares participar en actos proselitistas. A principios de julio fueron ascendidos 229 oficiales a generales y almirantes. La ceremonia tuvo lugar ante la tumba de Chávez en el Cuartel de la Montaña. Militares retirados gobiernan varios Estados y ocupan altos cargos en la administración. El ministro de Hacienda es un general de brigada y el comandante saliente de la fuerza aérea dirige la Corporación Venezolana de Comercio Exterior. Se está conformando, de esa manera, un régimen militar bajo una fachada civil.

Se ha abandonado el modelo soviético de planificación central. Ha desaparecido el propósito de provocar la ruina de la empresa privada. Se desea reducir la severidad del sistema de controles. Mientras se da ese viraje, el régimen está dispuesto a reprimir las manifestaciones de inconformidad popular con la brutalidad del caso. 

Queda por verse si el gobierno tiene el suficiente respaldo y la capacidad técnica para llevar a cabo estos cambios. Porque lo que se propone es diseñar una versión un poco menos primitiva del chavismo.

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