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Analistas 24/11/2016

El caballo convertido en camello

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado
La República Más
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Al comenzar su lectura del premio Nobel y refiriéndose a las dificultades inherentes a los procesos de elección colectiva, Sen dice: “... un camello es un caballo hecho por un comité”. Y este es el costo de la democracia: aunque todos quisiéramos un caballo, en el proceso de construcción social resultamos con un camello. Pero, continúa Sen, en lugar de renegar porque el camello no es un caballo, el demócrata acepta los resultados de la decisión colectiva y comienza a destacar las ventajas del camello, que hace muchas cosas que son puede hacer el caballo. El camello, por ejemplo, es más resistente y recorre largas distancias. Afortunadamente, concluye Sen, del comité no resultó un centauro, porque su utilidad no sería tan clara como la del camello. La democracia es el ejercicio de lo posible dadas numerosas limitaciones. No se puede pretender que la democracia resuelva de manera óptima las preferencias de cada individuo.

Es cierto que nadie queda satisfecho con el camello porque el acuerdo inicial era lograr un buen caballo. Pero es necesario reconocer que las decisiones colectivas nunca lograrán satisfacer todos los intereses individuales. Es imposible que haya armonía entre las preferencias de cada persona y los resultados de la acción colectiva. Este ha sido un principio básico de la filosofía política. En el lenguaje de los economistas, Arrow lo expresó en los años cincuenta, a través de sus teoremas de imposibilidad.

El discurso del presidente Obama en Grecia, durante su última visita oficial a Europa es una excelente reflexión sobre las potencialidades y limitaciones de la democracia. La regla de decisión por mayoría es muy imperfecta, pero la democracia es la forma de gobierno menos mala. La democracia, a diferencia de las prácticas autoritarias, obliga a escuchar opiniones diversas y a moldear alternativas valorando la opinión del otro. Para Obama el gran legado que nos dejaron los griegos de la antigüedad es la convicción de que los ciudadanos libres, tienen el derecho y la capacidad de gobernarse por ellos mismos. Y en este proceso se van construyendo y reconstruyendo instituciones, en una dinámica de ensayo y error, que por su naturaleza es compleja. La democracia, como todas las instituciones humanas, dice Obama, es “imperfecta”, “lenta”, “frustrante”, “difícil”, “confusa”. Y en el momento actual, concluye, el gran obstáculo para el avance de la democracia es la desigualdad.

El nuevo acuerdo de paz es un camello. Todos hubiéramos querido la negociación perfecta. Pero cada uno tiene un imaginario de este ideal de justicia. Y estas versiones no coinciden. Uribe y los del No hubieran querido que después de la discusión de La Habana, el acuerdo final fuera el caballo ideal que cada uno soñó. Pero ello no es posible. Ni en La Habana ni en ningún otro lado. En las sociedades democráticas no hay acuerdos óptimos sino arreglos razonablemente buenos. Muchos de los que votamos por el Sí también soñábamos con un hermoso caballo, y nos entregaron un camello. En la construcción del acuerdo social es necesario ceder. Cuando no se acepta la imperfección de la negociación colectiva, las tentaciones autoritarias comienzan a ganar espacio. El tecnócrata cree que su caballo lo deberían aceptar todos porque es el mejor. Es la misma convicción que anima los procesos dictatoriales. En la realidad, las democracias no ofrecen un caballo perfecto al gusto de todos, sino apenas un modesto camello. 

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