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ANALISTAS

El agua: motor del desarrollo

jueves, 18 de septiembre de 2014
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En esta semana se  reúne en Santa Marta el congreso  de  la  Asociación Colombiana de Ingeniería Sanitaria y Ambiental, Acodal, para reflexionar sobre experiencias nacionales e internacionales del que  quizás sea el principal problema de la sociedad contemporánea: el agua.

En los próximos tres meses el gobierno debe tener listo, tal como lo manda la Constitución, el plan cuatrienal de desarrollo económico y social para el cuatrienio 2014-2018. La problemática del agua, en todas sus expresiones,  tiene que ser capítulo  fundamental  del nuevo plan de desarrollo. 

Las ponencias y recomendaciones presentadas este  importante congreso de Acodal, serán, sin duda, materia prima valiosísima que Planeación Nacional deberá tomar en cuenta  para nutrir el componente de la política del agua en el próximo plan de desarrollo. El agua tiene por supuesto múltiples facetas: coberturas urbanas y rurales en agua potable; tratamiento de aguas servidas; tarifas; participación del sector privado y público en la prestación de este servicio público fundamental; agua y salud; políticas de conservación de fuentes aguas y conflictos con la minería; el agua y el cambio climático. Pero también tiene una óptica sobre la ruralidad colombiana: las políticas de riego y drenaje.

Puede decirse, sin riesgo de exagerar, que desde las administraciones Ospina Pérez (distritos de riego del Tolima) y Lleras Restrepo (distritos de riego del sur del Atlántico), el país  experimentó  inexcusable retraso en el último medio siglo en la implementación de las políticas de riego y drenaje para la agricultura. 

Retraso del cual apenas hemos comenzado a recuperarnos durante la primera administración Santos; pero  queda un gran trecho por delante para colocar a Colombia a la altura de países de similar desarrollo al nuestro.

Para no citar si no uno de los  múltiples indicadores con que se cuenta: a pesar de que Colombia es un país inmensamente rico en recurso hídrico, (acaso uno de los mejor dotados del planeta); sin embargo,  participamos solo con 4% del área cultivada bajo riego en América Latina, al paso que México tiene 40%; Brasil, 17%; Chile, 12% y Perú, 11%.  

De las tierras que se pueden adecuar  en Colombia, apenas 15%  (1.146.138 hectáreas de 6.453.862 hectáreas) cuentan con facilidades de riego y drenaje. Mientras sigamos con este retraso monumental será imposible que la agricultura (grande, mediana o pequeña), adquiera condiciones de competitividad y eficiencia como las que requiere el siglo XXI.

Durante los primeros años de la primera administración Santos se comenzó a trabajar para recuperar el tiempo perdido, aunque falta aún  muchísimo por hacer. Se le dio, por ejemplo, un giro al malhadado AIS y se pasó a apoya a través del llamado DRE a más de 200 pequeños distritos de riego y drenaje comunitarios, lo que constituyen la diferencia entre la noche y el día para las pequeñas comunidades de campesinos pobres. 

Se prosiguió, aunque los flujos presupuestales no han sido lo abundantes que hubiera sido deseable, en la conclusión de los proyectos de Ranchería, Triángulo del Tolima y Paicol; y a la luz de la experiencia de los bruscos cambios climáticos de 2010 y 20111 se le encomendó al Fondo de rehabilitación la construcción de cinco represas estratégicas nuevas (Barranquillita-Bajirá, Magará,Pamplonita, Firavitova y San José).

El reto en los años venideros no es solo de más recursos públicos para riego y drenaje, y faltan muchos, sino de instituciones competentes. Se cometió el desatino de liquidar en 2003 el Instituto Nacional de aguas y Tierras  (Inat), y no se le reemplazó por nada.

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