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domingo, 26 de abril de 2015

El reto más grande que hoy en día tiene la educación es elevar sus resultados en calidad, los cuales son bastante precarios, aun en comparación con los países de América Latina.

Así lo refleja el desempeño del país en las pruebas Pisa (Programme for International Student Assessment) que se realiza cada 3 años a estudiantes de 15 años de edad y que se concentra en las habilidades en lectura, matemáticas y ciencias. 

En el campo de la lectura, Colombia tiene un rezago de 80 puntos frente al promedio de la los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), lo que representa un atraso de dos años de escolaridad. En matemáticas y ciencias el rezago es mayor, con casi tres años de escolaridad por detrás del desempeño promedio de los países miembros de esta organización.

Ahora bien, los últimos reportes de la Ocde sobre el estado general de la educación en Colombia destacan varias fortalezas de nuestro sistema educativo, tales como el sólido y variado panorama institucional, la coherencia en la planificación y formulación de política, un interesante sistema de crédito estudiantil y un robusto sistema de información de universidades y estudiantes.

Pero, claramente, el talón de Aquiles está en la calidad. Aparte de las pruebas Pisa, son muchos los indicadores que ponen en evidencia la ausencia de un sistema de control de calidad fuerte, que jalone el desempeño promedio de todas las instituciones por encima de unos estándares mínimos preestablecidos. 

Los resultados son muy variables e insuficientes. Si bien existe un marco regulatorio para la evaluación de los docentes, es claro que un factor que resulta determinante para elevar la calidad de la educación en el país es el fortalecimiento de ese sistema de evaluación. 

Como lo dice la Ocde en su reporte de 2012, “la calidad surge de la inversión continua en las cualificaciones de los profesores, en la investigación, y de los esfuerzos diarios del personal docente que aspira a la excelencia”.

Por esa razón, respaldamos la firmeza de la Ministra Gina Parody, quien hasta la fecha en que se escribe la presente columna, se ha mantenido en su postura de no alivianar, ni mucho menos eliminar, los protocolos de evaluación de docentes.

Ningún sector podría exhibir una razón válida para eximirse ni de los controles ni de las evaluaciones necesarias para medir y comparar el conocimiento y el desempeño de sus actores principales, siempre que ello se realice de forma justa y respetuosa de los derechos de cada quien. La competencia es uno de los mejores mecanismos para conseguir objetivos y acercarse a la excelencia.

En el campo de la educación se hace aún más axiomática la importancia de mantener un fuerte programa de evaluación de docentes, puesto que, como es obvio, la calidad del conocimiento que recibe el estudiante está directamente relacionada con el nivel educativo del docente, su esfuerzo para mantenerse actualizado en los conocimientos y su aptitud para transmitir adecuadamente el conocimiento al estudiante. Naturalmente a la evaluación de los docentes, se suman -como factores principales para elevar la calidad de la educación- las evaluaciones a los estudiantes y las mediciones de calidad de las instituciones educativas como tal.

Como lo señala el estudio mencionado de la Ocde, en materia de la cualificación del personal académico las cosas vienen mejorando levemente, pero aún falta mucho por hacer. 

Por ejemplo, entre 2002 y el 2009, el procentaje de docentes con título de maestría subió un punto porcentual, pasando de 33% a 34%, al igual que el de los doctores que pasó de 3 a 4%.

Por ello, no hay que desfallecer en el objetivo de mantener y mejorar los mecanismos de evaluación. Por supuesto, todo sistema de evaluación es mejorable. Luego, si lo que quieren los directivos de Fecode con el paro es promover cambios en el sistema de evaluación para mejorarlo y hacerlo más profundo y equitativo, bienvenidas las propuestas. 

Por el contrario, si lo que buscan es quitarse de encima dichas evaluaciones con la disculpa de revisarlo, entonces, lo que esperamos es que la Ministra se mantenga inmóvil en su postura.