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miércoles, 15 de octubre de 2014

Se le abona al señor Morales el haber reducido de manera histórica la pobreza (15%) y lograr crecimientos de la economía del 6,5%, muy por encima de los promedios logrados por gobiernos anteriores. La fuente de esos éxitos es la renta que el gas y los productos mineros le han generado a Bolivia. Lo mismo sucede en Ecuador, donde los hidrocarburos y la minería han proveído el dinero necesario para el cambio tan notorio que ha tenido ese país. Definitivamente con plata todo es posible y sin ella, nada es factible. Por ello, cabe preguntarse  por qué en Colombia hemos dejado pasar los llamados “boom” del sector minero-energético sin poder adelantar esas transformaciones que hacen la verdadera diferencia y, lo que es más grave, porqué seguimos deteriorando las condiciones de este sector que hacen posible que avance y provea la caja necesaria para pagar las necesidades insatisfechas. 

El discurso trasnochado que esgrimen algunos “expertos, según el cual las multinacionales extranjeras se roban el patrimonio nacional”,  es fácilmente desvirtuado por las cifras. En palabras del presidente de la Asociación Colombiana de Minería  (ACM), 90% del sector está representado en empresas nacionales, resguardos indígenas, asociaciones y cooperativas y sólo 10% restante corresponde a empresas de capital extranjero. En el sector de hidrocarburos, dada la necesidad de grandes cantidades de capital, las cifras  indican que las inversiones sí son mayoritariamente extranjeras pero, en todo caso, lo que al país le queda como renta, es más que suficiente para financiar programas ambiciosos. Habrá quienes digan que cuando no hay nada cualquier cosa se nota, pero que en Colombia esa no es la situación. Sin embargo es palpable la crisis de las finanzas públicas, que ha demandado el uso del ingenio de los economistas para superarla. Lo mismo, puede decirse de quienes afirman como voces “expertas” y en una diatriba que da para escribir libros, que el “extractivismo” solo trae pobreza. Siendo Colombia un país donde el ingenio y la capacidad de trabajo nos distingue, faltaba más que fuéramos el único lugar en donde  no es posible hacerla las cosas bien. Aceptar eso es aceptar el fracaso, que no debiera estar en la mente de nadie. Por ello debemos seguir trabajando para remover los obstáculos a la inversión de empresas responsables, combatir la extracción ilícita de minerales, y  promover  la generación de los dineros que estamos necesitando con urgencia. Tanta discusión sobre si los recursos frescos pueden provenir del aumento del IVA o del impuesto a la riqueza, eventualmente serían cosas del pasado, si lográramos recuperar los espacios perdidos con los ingresos de las industrias minera y petrolera.

Los temas ambientales y sociales merecen  toda nuestra atención, y la mejor gestión posible, pero no deben ser un obstáculo para el desarrollo sostenible del país. Hoy en día que están tan en boga los diálogos, el país debe abrir uno que permita discutir sin apasionamientos ni ideologías, este tema que resulta de tanta importancia para el futuro de la Nación. Colombia no puede ser solo espectador de los éxitos de otros, debemos querer con algo de entusiasmo, ese éxito también para nosotros. Poder gozar de vías e infraestructura para la movilización,  continuar financiando los programas de gobierno que eliminen del territorio nacional la pobreza absoluta,  mejorar la educación de nuestros niños y todo lo demás que tanto necesitamos y hoy anhelamos. Obviamente ello debe ir acompañado de una mejor gestión en la inversión de la renta minera y petrolera y de la definición de reglas claras del juego en materia ambiental y social para los proyectos en curso. Además de recuperar la inversión en el sector, necesitamos recuperar la seguridad jurídica que, con tanto fallo judicial y modificación regulatoria se ha ido perdiendo, junto con el prestigio que teníamos en estas materias.