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Analistas 02/02/2015

Educación, equidad y competitividad

Camilo Andrés Jaramillo Dorronsoro
Gerente General Infracon Grupo Conalvías
Analista LR
La República Más
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Aunque seamos un país feliz, y me incluyo en el listado de quienes consideramos éste como un factor importante y diferenciador de nuestro capital humano, debemos permanecer conscientes de los enormes retos que como sociedad tenemos en la búsqueda de la prosperidad. 

Debemos recordar todos los días que más del 35% de los colombianos viven en condiciones de pobreza o pobreza extrema y que menos del 10% de la población económicamente activa cuenta con formación profesional.

No se nos puede olvidar que ocupamos el puesto 145 entre 160, en el ranking desigualdad en el mundo; superados entre otros por Perú, Ecuador, El Salvador y Costa Rica. Hoy, que como país hemos avanzado, más que nunca debemos ser conscientes de que hay un único camino: “La revolución del conocimiento.” 

Estudios socioeconómicos de los últimos tres siglos a nuestra humanidad concluyen que la fuerza principal que lleva verdaderamente hacia la igualación de las condiciones de vida en el mediano y en el largo plazo es la difusión de los conocimientos y las cualificaciones de los individuos en la sociedad. Esta realidad incuestionable debe mantenernos enfocados en la búsqueda del objetivo: Reducir la brecha de desigualdad en Colombia a través de la educación y el conocimiento. 

También en ese sentido hemos avanzado; políticas públicas como el programa de las 10.000 becas, el programa de becas para la excelencia docente y la jornada única en la educación pública, son iniciativas que nos direccionan por el camino correcto y que merecen el aplauso de los medios de comunicación y de todos los colombianos en general. Sin embargo, están lejos de ser suficientes y será necesario dar prioridad a la inversión en educación desde el sector central durante décadas para garantizar un crecimiento económico sostenible con reducción significativa de la desigualdad y la concentración de la riqueza. 

La llamada “Revolución educativa” debe ser implementada desde diferentes dimensiones, trascendiendo más allá de la dimensión económica como tal. La inversión en educación per se (aunque es necesaria y fundamental) no garantiza la competitividad del país en la economía global en el largo plazo. Se hace cada vez más necesaria la modernización del sistema educativo nacional; un sistema educativo que garantice la calidad de la educación para todos los estratos sociales sin diferenciación, que se base en la tecnología como herramienta de estudio y fuente fundamental del conocimiento para los niños. Un sistema educativo que cambie por completo el rol del maestro; esto es fundamental. Se requiere un maestro cuya función principal sea la de incentivar los cuestionamientos en las mentes infantiles, formar mentes inquietas capaces de romper esquemas que le permitan generar innovación permanente al hombre adulto del futuro. 

Nos urge iniciar la transición hacia un sistema educativo que desarrolle en nuestros niños las competencias necesarias para competir con ventajas en el mundo del mañana. 

Somos privilegiados por ser colombianos. Nos han premiado con un país diverso, lleno de riqueza natural y gran capital humano. Como sociedad hemos dado pasos representativos en las últimas décadas, debemos sentirnos orgullosos de lo que somos y de lo que hemos avanzado. Mas sin embargo, debemos mantener muy elevado nuestro nivel de conciencia y absoluta claridad de la responsabilidad que tenemos como colombianos del hoy con el país del mañana.

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