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viernes, 25 de abril de 2014

Al observar el curso de las actuales negociaciones que adelanta el Gobierno Nacional surgen un sin número de dudas que al irse decantando generan en sí mismas la zozobra consecuente de un proceso como el actual.

Pretender mostrarle a todo un pueblo un proceso en el que de forma reiterada los máximos exponentes de la violencia en Colombia se presentan ante los medios de comunicación nacionales e inclusive alcanzando audiencias en todas las latitudes de la tierra, es por sí mismo un acto de irrespeto a tantos años de dolor y muerte máxime cuando dicha organización se muestra lejos de reconocer y reparar a las miles de víctimas que han causado.

De otra parte, no tener certeza alguna de lo que día a día se está negociando hace sentir que después de terminado el proceso e inclusive en el transcurso del mismo, Colombia entera se encuentra a la merced de lo que se pacta con quienes en innumerables ocasiones han demostrado su verdadera intención hacia el país y su desarrollo.

Tampoco provee suficiente tranquilidad el hecho de las naciones que fungen como garantes del proceso y que desde luego de forma protagónica y determinante inciden en los asuntos soberanos de nuestra Nación. Regímenes que no es necesario nombrarlos pues su fama mundial los hace más que visibles lamentablemente no por ser los sistemas políticos más democráticos, si no al contrario por demostrar un marcado autoritarismo dictatorial en donde la condición de ciudadano se desdibuja, para pasar a ser sujetos subordinados con libertades a medias en su propia tierra.

Desde luego el gobierno nacional y su equipo negociador en todo momento procurarán lo mejor para el país o eso es lo que todos los colombianos pensamos que está pasando; pero es necesario recordar que en una negociación todas las partes ganan en la medida que una parte le cede o le entregue a la otra algo, con el fin de concluir la negociación y es allí mismo donde surge el interrogante más grande ¿qué se está entregando? ¿Qué tendremos que ceder como colombianos para llegar a la “paz” en los términos que plantea el actual Gobierno? ¿Qué sorpresa tendrá el país en el momento que todo este pactado y quizás ya no exista nada que hacer?

Jugársela por la paz no es entonces negociar nuestra tierra, nuestras riquezas, nuestras generaciones y lo mejor de esta gran nación en una mesa en el exterior, mientras que en Colombia el derramamiento de sangre no se detiene debiendo ser esta la primera muestra de intención de paz, el reclutamiento de menores permanece y todo un país espera observando cómo se debate su futuro, sus oportunidades y hasta su libertad.