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jueves, 5 de marzo de 2015

Es algo que se da, incluso, a pesar de los gobiernos que en la región han (supuestamente) promovido políticas de alcance social y generado programas de inclusión que, en teoría, reducirían las gigantescas brechas entre poseedores y desposeídos.

Tal como es sabido por quienes analizan temas económicos e internacionales, el hombre más rico de América Latina es el mexicano Carlos Slim, con una fortuna que ronda los U$77.100 millones, de acuerdo con la lista realizada por la revista Forbes. 

Esto le permite ser, a la vez, el segundo personaje más rico del planeta. En realidad ello no es novedad. Tampoco los datos del segundo multimillonario latinoamericano, el brasileño Jorge Paulo Lemann, con una riqueza superior a los U$25.000. O la del tercero más adinerado: Joseph Safra (también brasileño) con U$17.300 millones.

Sin embargo, lo que sí está generando variadas reacciones, no solo por ser novedad, sino además por convertirse en fenómeno quizá inesperado, es que el número de millonarios y multimillonarios se esté incrementando casi que de manera exponencial en América Latina. 

Para la directora ejecutiva del conglomerado de Organizaciones No Gubernamentales Oxfam, Winnie Byanyima, la cantidad de personas acaudaladas a gran escala está aumentando en la región a “un ritmo frenético”. 

Esto puede evidenciarse al repasar el listado de la famosa revista y descubrir que hay decenas de latinoamericanos haciendo parte del mismo. 

Las citadas reacciones aparecen justamente porque al desarrollar un ejercicio de contraste entre el ascenso de los magnates y lo que viene ocurriendo con las clases menos favorecidas, es evidente que dichas tendencias avanzan a ritmos encontrados.

Para explicarlo puede tomarse la cifra de contracción recientemente conocida para América Latina, que fue de 0,8% para la proyección media general (aún no se conoce la cifra oficial de crecimiento regional durante 2014, pero se prevé por parte de la Cepal, que no será superior a 1,1%).

 Es decir, 2014 fue un año de muy bajo desempeño. Contrario a esa tendencia, los multimillonarios han aumentado de manera vertiginosa, pues de acuerdo con Byanyima, se pasó de tener 25 incluidos en la lista Forbes del año 2002, a 114 en la actualidad.

Hay, a todas luces, un contraste en esta situación. Las cifras de pobreza e indigencia en América Latina no se han reducido a la misma proporción que aumentaron las de personas adineradas. Esto hace que la tradicional brecha entre ricos y pobres se mantenga, y en algunos casos aumente. 

Esto es, de nuevo la región es noticia por las desigualdades. Y lo que podría ser motivo de alegría (el dinero), simplemente se ha prestado para un profundo reclamo por parte de las sociedades latinoamericanas.

Hasta ahora es claro, entonces, que las instituciones estatales, incluso con el alto nivel de intervención que poseen en la mayor parte del subcontinente, no han logrado cumplir con su labor.

En diversas naciones las cifras de personas localizadas en situación de pobreza son todavía abrumadoras (México 45,5%, Colombia 32,2%, Brasil 18,6%, Bolivia 45%, Venezuela 23,9% y Perú 25%). 

Grato es que haya multimillonarios en la región, pocos lo ponen en duda, pero lo que realmente se cuestiona ante este panorama es que esos personajes poco, o nada, ayuden a que los desposeídos y desarraigados tengan alguna posibilidad de satisfacer sus necesidades más elementales.

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