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ANALISTAS

Del dicho al hecho hay mucho trecho

martes, 31 de marzo de 2015
La República Más
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Nos acostumbramos a vivir del cuento, muchas veces hasta mal contado, el cual al final son historietas prefabricadas sobre todo para favorecer intereses ocultos, y aunque la verdad todos comemos cuento, todo depende quien lo cuente, éste es el causante de las mayores indigestiones mentales que recaen en problemas sociales de diferente índole desde la pobreza y el atraso, a la concentración y marginación.

La demagogia y los dogmas han sido los principales aliados del cuento y viceversa, se hacen favores comunes con arreglos misteriosos, componendas, pócimas y toda clase de patrañas y trucos, para embaucar y mantener privilegios que les permitan mimetizarse en la sociedad y fungir con gran prestigio y arrogancia a costa de pueblos oprimidos que fingen felicidad, engañados con golosinas y payasos.

Igualmente el cuento tiene una alianza vital con el establecimiento dominante que escudado en la supuesta doctrina de la verdad y la justicia, encuentra el pináculo perfecto para ejercer su egida y así mantener el estatus quo que le permite perpetuarse en la cúspide del poder y la influencia, dada en todos los órdenes, en especial entre las potencias que ostentan el dominio del planeta.

Y aunque la doctrina de la verdad surgió desde Platón gracias a Sócrates en la “Alegoría de la caverna”, ésta sigue vigente y representa la caverna que es nuestro mundo lleno de sombras que impiden ver la realidad como es, encerrados y acostumbrados a ver solo sombras del mundo real, encadenados a proyecciones opacas que se tornan en realidad ficticia e impiden reconocer la auténtica verdad.

Es así como nuestra mentalidad esnobista coloca muchas veces las causas de los poderosos de cualquier naturaleza por encima de los intereses de la propia nación, al servicio de objetivos desconocidos que desorientan y malogran nuestro tránsito hacia el desarrollo sostenible, coartado por camisas de fuerza y estigmas en medio de oleadas de buenas intenciones, que han impedido tomar la dirección correcta.

Traigo esto a colación por la abominable cantidad de información errónea y dañina que limita los niveles de conciencia necesaria para producir transformaciones profundas en la forma y fondo como manejamos los asuntos públicos, en particular algunos de los relacionados con los temas económicos y financieros que para nada sirven, ni contribuyen a despertar del letargo en que estamos para mejorar.

Comienzo por mencionar el reconocimiento de la revista Fortune a Colombia, a finales del mes pasado, cuando la exaltó como una de las 7 mejores economías del mundo para realizar inversiones, distinción que sin lugar a dudas suena bastante halagüeña, pero con relación a los resultados exhibidos sobre el tema, las fuentes y uso de los recursos, muestra desempeños deplorables con mucho que desear.

Lo anterior con el agravante que menciones con esa, lo que hacen es relajar a las autoridades para que se esfuercen al máximo en el diseño de un marco de política pública verdaderamente útil para atraer y movilizar de manera dinámica la clase creativa y la inversión extranjera directa de calidad, que complemente nuestras vocaciones productivas sobre todo para innovar, agregar valor y exportar.

Algo similar sucede con el indicador Doing Business, del Banco Mundial, que mide la facilidad para hacer negocios y ubica a Colombia como la economía con el mejor clima para los negocios en Latinoamérica en 2015, lo que puede servir para dormirse en los laureles y desconocer los enormes retos que hay respecto de los impuestos, la apropiación del conocimiento y la propiedad intelectual, entre otros. Lo propio se da con la información pública que entregan las agencias estatales nacionales a cargo de las inversiones y las exportaciones, que asumen posiciones propagandísticas para mantener una imagen, desconociendo problemas mayores.

Adolecemos del pensamiento crítico necesario para cambiar estructuras sin advertir que los predicadores del sistema, en especial altos dignatarios del Estado, dueños absolutos de la verdad, cuando ésta se vuelve monopolio y riñe con su principio y esencia, se convierten en protagonistas y principales cómplices, pero al mismo tiempo, responsables de las oprobiosas injusticias que atormentan a sus pueblos.

Así las cosas no hay que confiar en todo lo que nos dicen porque muchas veces son exageraciones, son puro cuento y muchas otras idealizaciones, que terminan por creerse. Que cuadro tan lamentable, pero tristemente así son las cosas.

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